Apuntes Filatélicos
EL
ORIGEN DE LA CARTA
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
El término carta y la filatelia van siempre de la mano; es uno de
esos componentes que hacen de la ciencia llamada filatelia, el mayor de los coleccionismos.
Y es evidente que quién profesa y cultiva este pasatiempo del coleccionismo de
sellos, no puede dejar de asociar al mismo, tanto el sello como la carta. Como
diría aquella cita histórica: ¡Monta tanto….tanto monta!
El uso de la carta como tal, cabe que se remonte a periodos de la
historia muy remotos. En diferentes formatos, la encontramos en culturas tan
antiguas como la egipcia por ejemplo, y han servido siempre para servir de
soporte a la transmisión de noticias, o simple comunicación entre personas.
Proviene del latín “charta”, que
significa “papiro escrito”, clara referencia al material utilizado por los
antiguos egipcios en sus comunicaciones. Pero es evidente que fue en la Edad
Media donde la carta más prolifero, en gran parte debido al aumento en la
correspondencia epistolar que se generó. Aquellos intercambios epistolares
entre la realeza y la nobleza de la época, o el intenso comercio generado por
mercaderes, dio lugar a una creciente costumbre en el uso de la correspondencia
escrita, y con ello al incremento en el uso de la carta.
Alegoría a las cartas de época |
Hay datos sobre algunos archivos que hoy en día todavía se
conservan, que podrían llegar a asombrarnos, archivos en los que los estudiosos
de la historia postal y del correo, se sienten como pez en el agua. Entre estos
archivos, destaca uno por su relevancia en la filatelia española, como es el
Archivo de Simón Ruiz, quién acumuló a lo largo de los años – entre los siglos
XVI y XVII -, cerca de 57.000 cartas, entre las enviadas y las recibidas,
auténticas joyas de museo que nos acercan a como era el correo y las relaciones
epistolares durante el renacimiento español.
Se podrían citar muchos otros casos de personajes importantes que
atesoraron un nutrido conjunto de cartas, en las que a través de la escritura
fueron plasmando los avatares diarios de una época. Porque no tenemos que
olvidar que la carta, ese soporte sobre el cual escribimos - ó escribíamos -,
aquello que queremos trasmitir, es un fehaciente testigo directo de la
historia, un legado que en ocasiones se ha perdido, pero en otras no has
llegado hasta nuestros días.
Hubo un tiempo en el que la misma carta, serviría de envoltorio para
que al enviarla por correo no fuese al descubierto su contenido. Para ello, una
vez escrita, la carta se plegaba en sucesivas dobleces para posteriormente
cerrarse con lacre ó alguna oblea, de forma que la escritura quedase en la
parte de dentro de “sobre” creado, espacio en blanco donde iría tanto el
destinatario como el remitente, y todas aquellas improntas que se le pusieran
por acción propia del correo, aunque en ocasiones, estas cartas eran entregadas
a mano, sin tener que contar con el servicio postal, lo que se suele conocer
como “correo fuera de valija”.
Hay referencias ya en el Siglo XVIII, del uso de una especie de
“sobre” confeccionado con el mismo papel de la carta, que se cerraba igualmente
con lacre u oblea, muy diferentes a los sobres inventados y en uso a partir de
la mitad del Siglo XIX, casi coetáneos del sello postal.
Suele decirse que tanto el alfabetismo como la invención de la imprenta, favoreció notablemente la escritura en el ámbito privado. Saber leer y escribir, es factor clave para que la correspondencia epistolar pueda evolucionar. Si además le añadimos una organización casi perfecta del sistema postal en España con la llegada de la Familia Tassis y su monopolio postal tanto en España como en el resto de la Europa hispánica, es fácil entender que a partir de 1505, las cartas, y con ello el correo, en ámbitos privados, fuese creciendo en uso.
Las cartas, esos testigos mudos de la historia, que han conseguido hacer de la comunicación algo esencial para la vida y para la evolución humana
A lo largo de los tiempos, el término “carta” ha ido variando, ó
mejor dicho, se la suele ver escrita de diferentes formas con un casi idéntico
significado. Como carta podemos encontrar escritos que hablan de “misivas”, ó
“letra misiva” muy característico de la Edad Medía, o en referencia a
“documento” que otorga beneficios u obligaciones: “carta pobla”, “carta de
recomendación”, etc., e incluso se le suele dar otros significados más
geográficos, como “carta de navegación”, “carta náutica”, ó haciendo referencia
a los mapas cuando hablamos de los “cartógrafos” o de la “cartografía”.
La carta en su contexto epistolar, ha sido siempre un motivo de
inspiración para artistas y pintores de todas las épocas. Las pinacotecas y
museos están repletos de estas pinturas celebres que hacen referencia a la
carta. Así por citar algunas, encontramos la obra “La carta del hijo ausente” (1887) de Maximino Peña Muñoz
(1863-1940) que podemos contemplar en el Museo del Prado de Madrid, o la
pintura del holandés Johannes Vermeer (1632-1675), titulada “Muchacha leyendo una carta frente a la
ventana” (1657). Este mismo artista tiene otra obra titulada “La carta” (1669-1670), obra que se
puede ver en el Rijksmuseum de Amsterdam. En el Museo de Bellas Artes de Chile,
se puede ver un óleo sobre lienzo del pintor Pedro Lira (1845-1912), titulado “La carta de amor” (1900).
Fragmento de la obra pictórica "Muchacha leyendo una carta frente a la ventana" de Johannes Vermeer (1657)
Si nos adentrásemos en la literatura, el asunto llevaría el mismo camino
que la pintura. Numerosos escritores se han inspirado en la carta para dar
título a sus obras, o hacer de estas el hilo conductor. Van Gogh con “Cartas a Theo” (1892), Kafka con “cartas al padre” (1919), Gustavo Adolfo
Becquer con “Cartas literarias a una
mujer” (1860-1861) y “Cartas desde mi
celda” (1868), son claros ejemplos
de ello.
Las cartas, salvo que haya un cambio de tendencia, se van a
convertir en objetos en vías de extinción. Hoy, en la era de las nuevas
tecnologías, en estos tiempos donde no hay paciencia para nada y el tiempo es
más que oro, volver a la escritura epistolar para comunicarnos, parece algo
impensable, algo propio de nostálgicos y romanticones del Siglo XXI. Pero
mientras haya filatelistas y estudiosos de esta ciencia llamada Historia
Postal, todas estas misivas, cartas o documentos epistolares, tendrán ese lugar
que se merecen.