Apuntes Filatélicos
AQUELLAS
PRIMERAS TARJETAS POSTALES
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
Fueron un objeto cotidiano al alcance de los ciudadanos,
imprescindible en cualquier viaje para mostrar, a familiares y amigos, aquello que
visitábamos; o en celebraciones especiales para, de forma rápida y precisa,
felicitar o dar la enhorabuena por cualquier acontecimiento. Hoy, si no lo
remediamos, están condenadas al desuso. Su utilización como elemento postal ha
caído en picado, y aunque todavía se ven algunas y se adquieren otras, cada vez
es mucho menor su consumo. La tarjeta postal como tal, está casi condenada a
convertirse – si no lo es ya -, en un objeto de coleccionismo, en algo que tuvo
un pasado brillante, y que facilitó la comunicación postal en una época que la
correspondencia epistolar era lo habitual.
Desde sus inicios en 1869 en Austria a propuesta del profesor de
economía Emmanuel Herrmann, con el fin de ofreceré un servicio más
económico, rápido y práctico frente a la carta convencional. Aquella primera
tarjeta postal nacida el 1 de octubre de 1869, se le conocería como “Correspondenz-Karte”,
y fue un sistema revolucionario en la correspondencia de la época que
rápidamente se extendería por toda Europa, especialmente con la 1ª Guerra
Mundial, al ser el método que utilizarían los soldados para el contacto postal
con sus familiares, generando millones y millones de estas tarjetas postales.
En España, su uso, ó más bien el establecimiento de la tarjeta postal como medio de comunicación postal, tardaría un poco más, y no exenta de polémica. Una Real Orden de 1871 – 10 de mayo -, firmada por Práxedes Mateo Sagasta, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros, permitiría la creación de la Tarjeta Postal en España, pero una cosa era el papel y otra la realidad. No sería hasta el año 1873 cuando empezaron a imprimirse las primeras tarjetas postales “oficiales” en España. Pero la fuerte crítica que desde diversos sectores imprimieron al gobierno por la tardanza en emitir unas tarjetas postales ya autorizadas, dio lugar a que surgieran numerosas “de iniciativa privada”, que hoy soy verdaderas joyas del coleccionismo de la deltiología o cartofilia. Uno de los instigadores a que estas tarjetas “privadas” circulasen con total normalidad en territorio español, fue el polifacético Dr. Thebussem – D. Mariano Pardo de Figueroa (1828- 1918) -, el primero que trato en prensa sobre tarjetas postales – él las llamaba “carta-tarjeta”, y el primero que la puso en circulación por iniciativa propia, demostrando el beneficio que ello llevaría consigo para las arcas del gobierno. Sus críticas abocarían al gobierno a, definitivamente ponerlas en circulación, con una reducción del 50% de la tarifa ordinaria para una carta, a partir del 1 de enero de 1873.
Aquellas primeras tarjetas postales emitidas en España, a diferencia
de las muchas que hoy podemos ver en diferentes comercios del ramo, ya llevaban
el sello impreso en la misma – Art. 2º R.O. de 10.05.1871 -, lo que en el argot
filatélico se conoce como “Entero Postal”. Si bien aquellas primeras, no
llevaban ilustración alguna – eso llegaría más adelante -, si debían de tener
todas ellas unas características propias. La Unión Postal Universal autorizaría
el uso de este nuevo soporte postal a partir de 1878, y fijaría unas
características sobre las mismas, como que el límite en las medidas de estas no
fuese superior a 9 x 14 cm.
El gobierno español, ante la eminente puesta en circulación de este
novedoso medio de comunicación escrita, al que llamaría como “nueva
clase de correspondencia”, dictó una serie de artículos y
recomendaciones tanto para el usuario, como para el propio funcionario de
Correos, que iba a encontrarse con algo nuevo a lo que dar curso. Así uno de
estos artículos ya dejaba claro que “….que
las tarjetas ya estaban provista de sello…”, estampado en el anverso de la
tarjeta, para que exclusivamente se iba a usar para consignar en ella tanto la
dirección de envío como los datos del remitente. Avisaba al cartero que al
tratarse de una correspondencia abierta con el texto a la vista de cualquiera, “…cualquier tarjeta postal que contenga
indicaciones contrarias al orden público ó a la moral y buenas costumbres…”, se suspenderá la
trasmisión o entrega de la tarjeta postal, debiéndose incluso, en función de la
gravedad, remitirse al juzgado por si fuese constitutivo de delito – según las
leyes de la época -. Por la misma regla de tres, el funcionario de Correos que
tuviera alguna tarjeta postal para cursar, tenía totalmente prohibido difundir el
contenido escrito de cualquier de ellas.
La primera de las que se emitieron en España a partir de 1873,
llevaba un sello impreso de 0,05 ptas., tarifa que resultaba más económico que
en el envío normalizado de una carta, y con el texto de “República Española”.
Puede que los cartofílicos – o coleccionistas de tarjetas postales -, no
distingan entre estas primeras con el sello impreso en la tarjeta, o las que
años después se empezaran a emitir en España desde el sector privado,
desprovistas de sellos y que el usuario debía añadirle este antes de ponerlas
en el buzón. Para el filatélico, estas primeras, que como ya hemos dicho
conocemos como “Enteros Postales”, si
son verdaderos documentos a tener en cuenta en el coleccionismo filatélico,
frente a las que empezaron a aparecer en las últimas décadas del siglo XIX, que
siendo igualmente interesantes no son tenidas en cuenta por la tarjeta, en las
colecciones filatélicas.
La llegada de la fotografía a la tarjeta postal supuso un cambio
sustancial en estas, en su uso, y su posterior coleccionismo. Con el tiempo las
tarjetas postales ilustradas, bien con dibujos o bien con fotografías, se han
convertido en verdaderas testigos del paso del tiempo, tanto si las
coleccionamos por sus paisajes ó ciudades, como si lo hacemos por cualquiera
otra razón que nos pueda llamar la atención. Siempre han gozado de un trato
especial por parte del ente postal, con su consabida reducción de tarifa para
el usuario, lo que las hizo muy populares especialmente para empresas y comercios.
Pero los avances tecnológicos poco a poco han ido acabando con
ellas. Primero con la llegada del teléfono, y actualmente con las nuevas
tecnologías en comunicación – llámese redes sociales, mensajería virtual,
internet, etc. -, las han condenado a ser dentro de poco, un recuerdo del
pasado. Pero estamos a tiempo todavía para que ese declive no llegue tan
pronto. Sigamos usando las tarjetas postales. Ahora ya sabemos que llegaron
para mejorar nuestras vidas. Alarguemos la vida de la tarjeta postal.
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