05 julio 2025

EL INICIO DEL USO DE LAS TARJETAS POSTALES EN ESPAÑA

 

Apuntes Filatélicos

AQUELLAS PRIMERAS TARJETAS POSTALES

Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico

 

Fueron un objeto cotidiano al alcance de los ciudadanos, imprescindible en cualquier viaje para mostrar, a familiares y amigos, aquello que visitábamos; o en celebraciones especiales para, de forma rápida y precisa, felicitar o dar la enhorabuena por cualquier acontecimiento. Hoy, si no lo remediamos, están condenadas al desuso. Su utilización como elemento postal ha caído en picado, y aunque todavía se ven algunas y se adquieren otras, cada vez es mucho menor su consumo. La tarjeta postal como tal, está casi condenada a convertirse – si no lo es ya -, en un objeto de coleccionismo, en algo que tuvo un pasado brillante, y que facilitó la comunicación postal en una época que la correspondencia epistolar era lo habitual.

Desde sus inicios en 1869 en Austria a propuesta del profesor de economía  Emmanuel Herrmann, con el fin de ofreceré un servicio más económico, rápido y práctico frente a la carta convencional. Aquella primera tarjeta postal nacida el 1 de octubre de 1869, se le conocería como “Correspondenz-Karte”, y fue un sistema revolucionario en la correspondencia de la época que rápidamente se extendería por toda Europa, especialmente con la 1ª Guerra Mundial, al ser el método que utilizarían los soldados para el contacto postal con sus familiares, generando millones y millones de estas tarjetas postales.

En España, su uso, ó más bien el establecimiento de la tarjeta postal como medio de comunicación postal, tardaría un poco más, y no exenta de polémica. Una Real Orden de 1871 – 10 de mayo -, firmada por Práxedes Mateo Sagasta, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros, permitiría la creación de la Tarjeta Postal en España, pero una cosa era el papel y otra la realidad. No sería hasta el año 1873 cuando empezaron a imprimirse las primeras tarjetas postales “oficiales” en España. Pero la fuerte crítica que desde diversos sectores imprimieron al gobierno por la tardanza en emitir unas tarjetas postales ya autorizadas, dio lugar a que surgieran numerosas “de iniciativa privada”, que hoy soy verdaderas joyas del coleccionismo de la deltiología o cartofilia. Uno de los instigadores a que estas tarjetas “privadas” circulasen con total normalidad en territorio español, fue el polifacético Dr. Thebussem – D. Mariano Pardo de Figueroa (1828- 1918) -, el primero que trato en prensa sobre tarjetas postales – él las llamaba “carta-tarjeta”, y el primero que la puso en circulación por iniciativa propia, demostrando el beneficio que ello llevaría consigo para las arcas del gobierno. Sus críticas abocarían al gobierno a, definitivamente ponerlas en circulación, con una reducción del 50% de la tarifa ordinaria para una carta, a partir del 1 de enero de 1873.

Aquellas primeras tarjetas postales emitidas en España, a diferencia de las muchas que hoy podemos ver en diferentes comercios del ramo, ya llevaban el sello impreso en la misma – Art. 2º R.O. de 10.05.1871 -, lo que en el argot filatélico se conoce como “Entero Postal”. Si bien aquellas primeras, no llevaban ilustración alguna – eso llegaría más adelante -, si debían de tener todas ellas unas características propias. La Unión Postal Universal autorizaría el uso de este nuevo soporte postal a partir de 1878, y fijaría unas características sobre las mismas, como que el límite en las medidas de estas no fuese superior a 9 x 14 cm.

El gobierno español, ante la eminente puesta en circulación de este novedoso medio de comunicación escrita, al que llamaría como “nueva clase de correspondencia”, dictó una serie de artículos y recomendaciones tanto para el usuario, como para el propio funcionario de Correos, que iba a encontrarse con algo nuevo a lo que dar curso. Así uno de estos artículos ya dejaba claro que “….que las tarjetas ya estaban provista de sello…”, estampado en el anverso de la tarjeta, para que exclusivamente se iba a usar para consignar en ella tanto la dirección de envío como los datos del remitente. Avisaba al cartero que al tratarse de una correspondencia abierta con el texto a la vista de cualquiera, “…cualquier tarjeta postal que contenga indicaciones contrarias al orden público ó a la moral  y buenas costumbres…”, se suspenderá la trasmisión o entrega de la tarjeta postal, debiéndose incluso, en función de la gravedad, remitirse al juzgado por si fuese constitutivo de delito – según las leyes de la época -. Por la misma regla de tres, el funcionario de Correos que tuviera alguna tarjeta postal para cursar, tenía totalmente prohibido difundir el contenido escrito de cualquier de ellas.


La primera de las que se emitieron en España a partir de 1873, llevaba un sello impreso de 0,05 ptas., tarifa que resultaba más económico que en el envío normalizado de una carta, y con el texto de “República Española”. Puede que los cartofílicos – o coleccionistas de tarjetas postales -, no distingan entre estas primeras con el sello impreso en la tarjeta, o las que años después se empezaran a emitir en España desde el sector privado, desprovistas de sellos y que el usuario debía añadirle este antes de ponerlas en el buzón. Para el filatélico, estas primeras, que como ya hemos dicho conocemos como “Enteros Postales”, si son verdaderos documentos a tener en cuenta en el coleccionismo filatélico, frente a las que empezaron a aparecer en las últimas décadas del siglo XIX, que siendo igualmente interesantes no son tenidas en cuenta por la tarjeta, en las colecciones filatélicas.

La llegada de la fotografía a la tarjeta postal supuso un cambio sustancial en estas, en su uso, y su posterior coleccionismo. Con el tiempo las tarjetas postales ilustradas, bien con dibujos o bien con fotografías, se han convertido en verdaderas testigos del paso del tiempo, tanto si las coleccionamos por sus paisajes ó ciudades, como si lo hacemos por cualquiera otra razón que nos pueda llamar la atención. Siempre han gozado de un trato especial por parte del ente postal, con su consabida reducción de tarifa para el usuario, lo que las hizo muy populares especialmente para empresas y comercios.

Pero los avances tecnológicos poco a poco han ido acabando con ellas. Primero con la llegada del teléfono, y actualmente con las nuevas tecnologías en comunicación – llámese redes sociales, mensajería virtual, internet, etc. -, las han condenado a ser dentro de poco, un recuerdo del pasado. Pero estamos a tiempo todavía para que ese declive no llegue tan pronto. Sigamos usando las tarjetas postales. Ahora ya sabemos que llegaron para mejorar nuestras vidas. Alarguemos la vida de la tarjeta postal.

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