04 diciembre 2021

Apuntes Filatélicos: EL 1er SELLO DEL MUNDO Y LO QUE HAY DE CIERTO EN SU LEYENDA

 

Apuntes Filatélicos

LA LEYENDA DEL 1er SELLO

Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
Presidente A. Filatélica de Calp
Presidente de la FASFILCOVA

 

Durante los meses de diciembre y enero, la Sala de Exposiciones del Ajuntament Vell de Calp estará repleta de sellos, sellos que han servido desde que se pusiera en circulación el primero de ellos en 1840, para hacer previo el pago de la correspondencia. Antes de ello, la carta ó más bien el servicio postal de llevarla de un lugar a otro, se pagaba al recibirla, y pagaba quién la recibida. Eran pocos los casos en los que esas cartas viajaban “francas”, es decir pagadas en origen.

Fotografía de época de 
Rowland Hill

El nacimiento en Inglaterra de estos primeros sellos, siempre ha estado envuelto en un circulo de romanticismo, o si lo queremos llamar de otra forma, rodeado de leyendas, ciertas o no, que han perdurado hasta nuestros días. En especial hay una de estas historias, que es la que se suele contar como válida en todos los manuales de filatelia, y que por su contenido nostálgico siempre ha sido aceptada, a pesar de que puede que no fuese cierta tal y como se describe.

La historia cuenta que corría el año 1835, en una posada de la Escocia rural, llegó un profesor de nombre Rowland Hill quién se hospedó en la misma. Estando allí, coincidió que el cartero llegó con buenas nuevas para la posadera, la cual debía como era preceptivo abonar el pago de la entrega de la misiva. Pero esta, tras echar un vistazo a aquella carta y sin abrirla, rechazó quedársela alegando no poder pagar la tarifa exigida. Aquella actitud, y la generosidad del Sr. Hill, hizo que este optase por abonar el importe solicitado por el cartero.

Imagen del 1er sello del mundo puesto en circulación el 6 de mayo
de 1840 en Inglaterra

Una vez el cartero se había marchado, la posadera agradeció mucho el gesto del amable señor, aunque le indicó que no debía haber pagado nada por ella puesto que, como le matizó, la carta no contenía nada. Esta respuesta asombró al profesor, a lo que la posadera le explicó que como su familia vivían lejos para evitar el pago excesivo que suponía recibir periódicamente carta de ellos, habían llegado a un simple acuerdo que consistían en que cada miembro de la familia escribiría de su puño y letra una línea de la dirección, con lo que son una simple ojeada a la carta, la posadera sabía que todos en su familia estaban bien.

Esta leyenda, envuelta del romanticismo de la época, se ha dado por válida siempre, aunque en realidad Rowland Hill, a quién años después se le atribuiría la paternidad del sello postal, no fue el auténtico protagonista. El propio Hill en sus memorias desmiente el hecho, aunque publicaciones del nivel del Gran Dictionaire Universel du XIX Siècle de Pierre Larousse, en el año 1874, continuasen publicándola como válida al hablar del nacimiento del sello postal. Quién si parece que la vivió en primera persona fue el escritor Coleridge, quien la publicaría en su obra “Cartas, conversaciones y recuerdos”. 

Carta circulada con el 1er sello de mundo

Si es cierto que la práctica de hacer que la correspondiese circulase para posteriormente no ser aceptada por el destinatario, con las consabidas “contraseñas”  entre familiares y otros trucos para evitar el desembolso, estaban al orden del día. El propio Rowland Hill usó este sistema. Su economía como profesor no le permitía grandes desembolsos cuando por razones de salud, tuvo que pasar una larga temporada en la zona de los lagos escoceses. Para esa larga ausencia del hogar familiar, se le ocurrió un sistema por el cual se podría comunicar con su esposa, para indicarles su estado de salud.

Por entonces, Hill sabía que la prensa que era remitida por algún miembro del Parlamento o el envío llevase su nombre, podría circular por el correo británico con franquicia postal (libre de cargas). Ingeniosamente tomo un buen número de ejemplares de ambos bandos: del liberal y del conservador, y convino con su familia que si recibían el periódico del Partido Liberal (Whig), quería decirles que su salud era buena. Pero si por el contrario el periódico enviado fuese del Partido Conservador (Tory), querría decir que la salud no era tan buena.

Pero lo mejor de esta historia es que no fue algo esporádico que practicaba el Sr. Hill. Al contrario. Todo el país lo llevaba a la práctica y eso contribuía a que las arcas británicas se endeudaran por culpa de un fraude generalizado que no ayudaba en nada a mejorar el sistema postal. Era tan escandaloso el tema que la propia Reina Victoria de Inglaterra, al enterarse de la situación, renunció a la Franquicia Postal que como regenta de Inglaterra tenía. Tal vez por ello, Rowland Hill vio la necesidad de llevar a cabo una reforma y tomó la iniciativa de que algo debía cambiar para mejorar el sistema y sobre todo para evitar todas esas agudezas que la gente se inventaba para recibir noticias a coste cero.

Rowland Hill presentó pues, varias propuestas en forma de proyecto al Correo Inglés, proyectos que fueron debatidos por el Parlamento Británico, hasta aceptar un cambio en las tarifas en función del peso de la carta y no de la distancia recorrida, y especialmente al pago previo en cada envío, para lo que sería necesario algo que indicase que la carta estaba pagada previamente: se había inventado el sello.

Aunque tampoco es así de sencillo. Muchos historiadores apuntan que el sello ya se había inventado años antes en la propia Inglaterra, e incluso Francia dispuso de un sistema similar ya en 1653. Pero esa es otra historia, o tal vez leyenda, de la que hablaremos en otra ocasión.

La de hoy, la de la posadera y la carta que recibió pero no pudo pagar y por ello la devolvió, es la típica historia que a pesar de saberse que no es cierta del todo, ha pasado a los anales de la filatelia como el origen del sello postal. Nosotros no lo vamos a cambiar, pero es bueno conocer lo que sucedió y como sucedió, hasta que alguien la vuelva a reescribir y nos la vuelva a contar de otra forma.

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