Apuntes Filatélicos
LA
LEYENDA DEL 1er SELLO
Por José
Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
Presidente A. Filatélica de Calp
Presidente de la FASFILCOVA
Durante los meses de diciembre y enero, la Sala de
Exposiciones del Ajuntament Vell de Calp estará repleta de sellos, sellos que han
servido desde que se pusiera en circulación el primero de ellos en 1840, para
hacer previo el pago de la correspondencia. Antes de ello, la carta ó más bien
el servicio postal de llevarla de un lugar a otro, se pagaba al recibirla, y
pagaba quién la recibida. Eran pocos los casos en los que esas cartas viajaban
“francas”, es decir pagadas en origen.
Fotografía de época de Rowland Hill |
El nacimiento en Inglaterra de estos primeros sellos,
siempre ha estado envuelto en un circulo de romanticismo, o si lo queremos
llamar de otra forma, rodeado de leyendas, ciertas o no, que han perdurado
hasta nuestros días. En especial hay una de estas historias, que es la que se
suele contar como válida en todos los manuales de filatelia, y que por su
contenido nostálgico siempre ha sido aceptada, a pesar de que puede que no
fuese cierta tal y como se describe.
La historia cuenta que corría el año 1835, en una
posada de la Escocia rural, llegó un profesor de nombre Rowland Hill quién se
hospedó en la misma. Estando allí, coincidió que el cartero llegó con buenas
nuevas para la posadera, la cual debía como era preceptivo abonar el pago de la
entrega de la misiva. Pero esta, tras echar un vistazo a aquella carta y sin
abrirla, rechazó quedársela alegando no poder pagar la tarifa exigida. Aquella
actitud, y la generosidad del Sr. Hill, hizo que este optase por abonar el
importe solicitado por el cartero.
Imagen del 1er sello del mundo puesto en circulación el 6 de mayo de 1840 en Inglaterra |
Una vez el cartero se había marchado, la posadera
agradeció mucho el gesto del amable señor, aunque le indicó que no debía haber
pagado nada por ella puesto que, como le matizó, la carta no contenía nada.
Esta respuesta asombró al profesor, a lo que la posadera le explicó que como su
familia vivían lejos para evitar el pago excesivo que suponía recibir
periódicamente carta de ellos, habían llegado a un simple acuerdo que
consistían en que cada miembro de la familia escribiría de su puño y letra una
línea de la dirección, con lo que son una simple ojeada a la carta, la posadera
sabía que todos en su familia estaban bien.
Esta leyenda, envuelta del romanticismo de la época, se
ha dado por válida siempre, aunque en realidad Rowland Hill, a quién años
después se le atribuiría la paternidad del sello postal, no fue el auténtico
protagonista. El propio Hill en sus memorias desmiente el hecho, aunque publicaciones
del nivel del Gran Dictionaire Universel
du XIX Siècle de Pierre Larousse,
en el año 1874, continuasen publicándola como válida al hablar del nacimiento
del sello postal. Quién si parece que la vivió en primera persona fue el
escritor Coleridge, quien la publicaría en su obra “Cartas, conversaciones y recuerdos”.
Carta circulada con el 1er sello de mundo |
Si es cierto que la práctica de hacer que la
correspondiese circulase para posteriormente no ser aceptada por el
destinatario, con las consabidas “contraseñas”
entre familiares y otros trucos para evitar el desembolso, estaban al
orden del día. El propio Rowland Hill usó este sistema. Su economía como
profesor no le permitía grandes desembolsos cuando por razones de salud, tuvo
que pasar una larga temporada en la zona de los lagos escoceses. Para esa larga
ausencia del hogar familiar, se le ocurrió un sistema por el cual se podría
comunicar con su esposa, para indicarles su estado de salud.
Por entonces, Hill sabía que la prensa que era remitida
por algún miembro del Parlamento o el envío llevase su nombre, podría circular
por el correo británico con franquicia postal (libre de cargas). Ingeniosamente
tomo un buen número de ejemplares de ambos bandos: del liberal y del
conservador, y convino con su familia que si recibían el periódico del Partido
Liberal (Whig), quería decirles que su salud era buena. Pero si por el
contrario el periódico enviado fuese del Partido Conservador (Tory), querría
decir que la salud no era tan buena.
Pero lo mejor de esta historia es que no fue algo
esporádico que practicaba el Sr. Hill. Al contrario. Todo el país lo llevaba a
la práctica y eso contribuía a que las arcas británicas se endeudaran por culpa
de un fraude generalizado que no ayudaba en nada a mejorar el sistema postal. Era
tan escandaloso el tema que la propia Reina Victoria de Inglaterra, al
enterarse de la situación, renunció a la Franquicia Postal que como regenta de
Inglaterra tenía. Tal vez por ello, Rowland Hill vio la necesidad de llevar a
cabo una reforma y tomó la iniciativa de que algo debía cambiar para mejorar el
sistema y sobre todo para evitar todas esas agudezas que la gente se inventaba
para recibir noticias a coste cero.
Rowland Hill presentó pues, varias propuestas en forma
de proyecto al Correo Inglés, proyectos que fueron debatidos por el Parlamento
Británico, hasta aceptar un cambio en las tarifas en función del peso de la
carta y no de la distancia recorrida, y especialmente al pago previo en cada
envío, para lo que sería necesario algo que indicase que la carta estaba pagada
previamente: se había inventado el sello.
Aunque tampoco es así de sencillo. Muchos historiadores
apuntan que el sello ya se había inventado años antes en la propia Inglaterra,
e incluso Francia dispuso de un sistema similar ya en 1653. Pero esa es otra
historia, o tal vez leyenda, de la que hablaremos en otra ocasión.
La de hoy, la de la posadera y la carta que recibió
pero no pudo pagar y por ello la devolvió, es la típica historia que a pesar de
saberse que no es cierta del todo, ha pasado a los anales de la filatelia como
el origen del sello postal. Nosotros no lo vamos a cambiar, pero es bueno
conocer lo que sucedió y como sucedió, hasta que alguien la vuelva a reescribir
y nos la vuelva a contar de otra forma.
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