Lo que la prensa nos contó… (77)
LA
PICARESCA QUE CONTINUÓ DESPUES DEL INVENTO DEL SELLO POSTAL
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
Ya pensabamos que lo habíamos visto y oido – en este caso leído –
todo, pero nada más lejos de la realidad. La prensa de la época nos sigue
sorprendiendo cada día que nos aventuramos a abrir la hemeroteca, como si
abrieramos aquella caja de pandora, pero en este caso sin que al abrirla
encontrasemos todos los males que Zeus envió a Prometeo, sino todo lo
contrario: historia sobre la filatelia y el correo, a veces historias
desconocidas o casi.
Hoy ojeamos uno de esos periódicos
alicantinos que a finales del Siglo XIX, daba noticias y curiosidades del mundo
postal. El Nuevo Alicantino, así se llama el rotativo editado en la
ciudad de Alicante, en su edición del 1 de agosto de 1896, encontramos un
titular que de entrada sorprende porque nunca podríamos imaginar el interesante
contenido. Con el título “Ingenio de un
avariento”, nos cuenta la historia de una propietario francés y su original
forma de avisar a los inquilinos de que hay reunión prevista. Y de su lectura
nos viene a la mente aquella historia que siempre nos han contado, sobre aquel
señor inglés, que estando por Escocia – ¿o era Gales? -, percibió un ingenioso
método para no pagar el porte del correo.
Nos ponemos en situación, y la noticia
nos habla del fallecimiento de un “avaro” – entiendase como racano, tacaño y
otras cualidades similares – propietario, con una fortuna de 20 millones – sin
especificar sin son francos o pesetas, pero seguro que era mucha plata -, que
residia en Montpellier. Con muchas propiedades alrededor de la ciudad francesa
en la que residia, y con numerosos arrendatarios, encontró la forma de ahorrarse
los 15 céntimos – suponemos que son céntimos de francos franceses -, cada vez
que tenía que enviar una carta para citarlos para cualquier menester por el
arrendamiento.
Dice la noticia que para ello “…
enviaba un sobre con la dirección del arrendatario sin llevar dentro más que un
papel en blanco…”. La noticia no indica que ese sobre iba sin sello, y
como si apunta, al llegar al destino, la carta se había tasado por el doble de
la insuficiencia en el franqueo; es decir, se le reclamaban al destinatario, en
este caso el inquilino, 30 céntimos por el franqueo, algo que reusaba sin
pensarlo dos veces, conocedor de que el sobre iba vacio y el mensaje era claro:
¡¡¡Había reunión!!!.
¿A qué la historia os ha sido familiar?
La diferencia es que en 1839 cuando Sir Rowland Hill – o quién realmente fuese
quién vivió aquel histórico momento -, las cartas las seguían pagando los
receptores de las mismas y no quién las mandaba; y que además, este tipo con
una inmesa fortuna, era un simple racano de cuidado, y la chica de la taberna
escocesa, era más bien pobre, como nos ha contado la leyenda de la invención
del primer sello postal.
La picaresca, que muchos dicen fue un
invento español, vemos que la hubo en todas las partes del mundo, y para
ahorrarse unos céntimos, la gente fue capaz de inventarse cualquier tipo de
ingenio en beneficio propio, que dicho
sea de paso, gracias a ello hoy nos sorprende su lectura, y por lo que vemos el
sello postal siempre ha estado rodeado de este tipo de historias picaras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario