06 octubre 2025

Lo que la prensa nos contó... (77): LA PICARESCA PARA NO PAGAR EL CORREO

 

Lo que la prensa nos contó… (77)

LA PICARESCA QUE CONTINUÓ DESPUES DEL INVENTO DEL SELLO POSTAL

Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico

 

Ya pensabamos que lo habíamos visto y oido – en este caso leído – todo, pero nada más lejos de la realidad. La prensa de la época nos sigue sorprendiendo cada día que nos aventuramos a abrir la hemeroteca, como si abrieramos aquella caja de pandora, pero en este caso sin que al abrirla encontrasemos todos los males que Zeus envió a Prometeo, sino todo lo contrario: historia sobre la filatelia y el correo, a veces historias desconocidas o casi.

Hoy ojeamos uno de esos periódicos alicantinos que a finales del Siglo XIX, daba noticias y curiosidades del mundo postal. El Nuevo Alicantino, así se llama el rotativo editado en la ciudad de Alicante, en su edición del 1 de agosto de 1896, encontramos un titular que de entrada sorprende porque nunca podríamos imaginar el interesante contenido. Con el título “Ingenio de un avariento”, nos cuenta la historia de una propietario francés y su original forma de avisar a los inquilinos de que hay reunión prevista. Y de su lectura nos viene a la mente aquella historia que siempre nos han contado, sobre aquel señor inglés, que estando por Escocia – ¿o era Gales? -, percibió un ingenioso método para no pagar el porte del correo.



Nos ponemos en situación, y la noticia nos habla del fallecimiento de un “avaro” – entiendase como racano, tacaño y otras cualidades similares – propietario, con una fortuna de 20 millones – sin especificar sin son francos o pesetas, pero seguro que era mucha plata -, que residia en Montpellier. Con muchas propiedades alrededor de la ciudad francesa en la que residia, y con numerosos arrendatarios, encontró la forma de ahorrarse los 15 céntimos – suponemos que son céntimos de francos franceses -, cada vez que tenía que enviar una carta para citarlos para cualquier menester por el arrendamiento.

Dice la noticia que para ello “… enviaba un sobre con la dirección del arrendatario sin llevar dentro más que un papel en blanco…”. La noticia no indica que ese sobre iba sin sello, y como si apunta, al llegar al destino, la carta se había tasado por el doble de la insuficiencia en el franqueo; es decir, se le reclamaban al destinatario, en este caso el inquilino, 30 céntimos por el franqueo, algo que reusaba sin pensarlo dos veces, conocedor de que el sobre iba vacio y el mensaje era claro: ¡¡¡Había reunión!!!.

¿A qué la historia os ha sido familiar? La diferencia es que en 1839 cuando Sir Rowland Hill – o quién realmente fuese quién vivió aquel histórico momento -, las cartas las seguían pagando los receptores de las mismas y no quién las mandaba; y que además, este tipo con una inmesa fortuna, era un simple racano de cuidado, y la chica de la taberna escocesa, era más bien pobre, como nos ha contado la leyenda de la invención del primer sello postal.

La picaresca, que muchos dicen fue un invento español, vemos que la hubo en todas las partes del mundo, y para ahorrarse unos céntimos, la gente fue capaz de inventarse cualquier tipo de ingenio en  beneficio propio, que dicho sea de paso, gracias a ello hoy nos sorprende su lectura, y por lo que vemos el sello postal siempre ha estado rodeado de este tipo de historias picaras.                   

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