02 marzo 2023

Lo que la Prensa nos contó... LA LEYENDA DEL PRIMER SELLO....SE REPITE

 

Lo que la prensa nos contó… (XVII)

OTRA DE PICARESCA POSTAL

El correo devuelto pero entregado

Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico

 

Como buenos filatelistas que sois (bueno que somos) supongo que conocéis la leyenda de cómo se ideó el emplear sellos de correo para el pago de la correspondencia. Si, aquella historia, leyenda o narración que contaba que estando Rowland Hill en una posada, el cartero llegó con correspondencia, que entregó a la posadera, pero como quién pagaba era quién recibía la carta, esta la devolvió con la excusa de que no tenía dinero para afrontar el pago. ¿La conocíais? Aquello sucedió antes del uso del sello postal en 1840…pero 56 años después, ese proceder todavía tenía efectividad.

Os pongo en situación. La posadera, según cuenta la leyenda, para no aceptar la carta, tenía un acuerdo con su familia, y la carta iba siempre vacía de contenido pero en la dirección ella podía comprobar que todos estaban bien. En 1896, un individuo francés de Montpellier, se servía de la misma argucia para hacerse comunicar sin que el envío de cartas le costase un solo céntimo. Y eso que en 1896, el pago previo en el envío de la correspondencia ya estaba más que establecido.

En este caso, el relato nos lo cuenta el periódico El Nuevo Alicantino de fecha 1 de agosto de 1896, que anuncia el fallecimiento de nuestro personaje al que tilda de “avaro”, con una fortuna que ronda los 20 millones, supongo que de francos de la época. Pero lo que más llama la atención, es la descripción de cómo este terrateniente con numerosas propiedades, se las ingeniaba para contactar con sus arrendatarios y citarles para reuniones y demás.

El proceder me hizo recordar aquella vieja fábula (o realidad) con la que he iniciado este artículo. El sistema era sencillo y muy inteligente. Remitía a cada uno de sus arrendatarios un sobre con la dirección de destino, pero sin contenido alguno ni sello que pagase el porte de la carta, con lo cual la carta se entregaba tasada con el doble de lo que debía haberse pagado por el envío, es decir se ahorraba los 15 céntimos (de franco francés) que costaba enviarlas, y el correo exigía 30 céntimos al receptor, que lógicamente la rechazaba.

Pero no la rechazaba porque no tuviese esa cantidad para pagar el porte. La carta se devolvía por previo acuerdo entre arrendador y arrendatario que usaba esa forma de citarles para tratar temas concernientes al arrendamiento. Ese proceder llevaba implícito un mensaje (sin llevarlo) que venía a decir: “…venid enseguida a Montpellier…”.

Es evidente que a lo largo de la historia el correo ha tenido que batallar con defraudadores, timadores y demás gente de tal alcurnia. El sello postal se cuenta que nació gracias a una de esas “estafas”, y la gente parece que se lo tomó como algo que funcionó antes y después del sello postal.  

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