UNA NUEVA VERSIÓN DEL NACIMIENTO DEL SELLO POSTAL
(Artículo publicado en la Revista El Eco Filatélico y Numismático de Julio-agosto 2022)
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
Todos hemos crecido, filatélicamente hablando, con la
historia del nacimiento del primer sello del mundo, historia que suele ser la
primera que se les cuenta a quienes asisten por primera vez a un taller de
filatelia con el objetivo de convertirse, en un futuro, en grandes filatelistas.
Una historia a caballo entre la realidad y la leyenda, que tiene tantas
versiones que es difícil de afirmar cual podría ser la verdadera, y que ese
punto de romanticismo al escucharla tal vez sea lo que le otorga el encanto que
envuelve a quienes practicamos esta afición al estudio y coleccionismo de
sellos.
De todas las versiones que del nacimiento del sello se
suelen contar o publicar, la más extendida nos dice que (en forma resumida), un
buen día un británico con una mente muy prodigiosa, contempló una escena en una
posada en la Inglaterra más rural, en la que el cartero quiso entregar una
carta, misiva o envuelta a la posadera, la cual como había que pagar por
recibirla, rechazo la entrega y el cartero tuvo que proseguir viaje sin haber
realizado su cometido. La situación, entre la tristeza de que la posadera no
recibiese noticias de sus familiares y el hecho de que el gobierno inglés
hubiese malgastado tiempo y dinero en un servicio que no daba resultado, hizo
que Rowland Hill, así se llamaba quién contempló la escena, idease un sistema
de previo pago con la implantación para ello de un pequeño papel ilustrado como
retribución de ese servicio postal.
Tarjeta postal con la fotografía de Sir Rowland Hill y su firma manuscrita
Las malas lenguas, o buenas según se mire, dicen que ni
fue así, ni tan siquiera la escena la vivió quién con el tiempo se convertiría
en el “Padre” del sello postal y nombrado por ello Sir Rowland Hill. Pero
eso lo veremos más adelante, puesto que ahora aparece una nueva versión de esta
historia, similar en su escenario pero contada por la prensa valenciana de la
época, donde parece se le da un nuevo toque más romántico si cabe, que no por
ello lo hace más creíble, añadiéndole más fascinación al nacimiento de nuestra
materia prima por la que nos hicimos filatelistas: el sello postal.
El diario republicano valenciano “EL Pueblo” (1), en su edición de fecha 12 de noviembre de
1894, lleva insertado un artículo titulado “La
Invención de Sellos de Correos” (sic), del que no sabemos quién lo firma al
no haber rúbrica ni autor, que nos habla del personaje, Sir Rowland Hill, y la
situación en la que se encontró que le inspiró para idear el sello de correos,
pero en un contexto y un desarrollo nunca antes leído u oído, al menos para
quien suscribe estas líneas.
El rotativo valenciano nos dice que (sic):
Un día en que el inglés Sir Rouland
Hill se encontraba cazando, se dislocó un pie al perseguir una pieza por un
terreno escabroso.
Acercóse trabajosamente a una cabaña
que veía a corta distancia y en ella encontró únicamente a una niña de 12 años que
le facilitó agua, sal, vinagre y una venda, y con esto se hizo la primera cura.
Después de terminada sacó del bolsillo un pequeño libro y se puso a leer.
De entrada encontramos ya un primer escenario cambiado.
Ya no es una posada sino una casa de la Inglaterra rural, y ya no es una
posadera sino una niña de 12 años de edad. El detalle de que Sir Rowland Hill
fuese cazador, es un dato que ni sus más intrépidos biógrafos habían nunca
antes incluido ¿Dé donde sacaría pues, el redactor, tan significante detalle?
Prosigamos pues.
Estatua de Sir Rowland Hill en Kidderminster Worcestershire (Inglaterra)
La llegada del cartero a la cabaña estaba a punto de
suceder. Tal vez tuvo ese presentimiento y, malherido y seguramente todavía
dolorido, Sir Rowland Hill, libro en mano se dispuso a leer un rato…Y el
cartero llegó:
Al poco tiempo llegó a la cabaña el
cartero rural y presentó a la niña una carta que traía el sobre para su padre,
pidiéndole dos chelines.
Embebido Hill con su lectura, no se
fijo en el cartero ni oyó la conversación que tuvo con la niña, pero levantando
la vista del libro vio que se alejaba con la carta en la mano.
En esta ocasión, la situación se repite. Hay similitud
con las otras versiones. El cartero no entrega la carta porque la destinataria,
en este caso una niña de corta edad, la rechaza por el elevado precio. La historia
narrada desde Valencia por la prensa de la época, prosigue y cuenta como Hill,
interfiere para exigirle a la niña que corra en busca del cartero, para que la
misiva no sea devuelta, haciéndose cargo el mismo de los dos chelines que el
destinatario debía pagar por el servicio postal. La niña accedió a la petición
y regresó a la cabaña con la carta en la mano. Y esperaron al regreso de la
familia.
“The Penny Black”, motivo de historias y leyendas para encontrar su invención
Con la siguiente parte del relato, el lector se adentra
en la lectura tal vez más apasionante, la que convierte la historia en ficción
imaginable, y la que convierte al sello en un resultado épico y justificado. La
historia prosigue y nos cuenta de la llegada de la familia a la casa:
Cuando la familia regresó a la
cabaña, después de terminados los trabajos, se abrió el sobre, y se vio que
contenía una orden de pago de 400 libras esterlinas que enviaba el hermano,
quién se había hecho inmensamente rico en la India…
Aquí sí que encontramos una gran diferencia con las
versiones más clásicas de cómo había surgido la idea de un sello postal para
franquear la correspondencia. En las más estandarizadas se dice que la carta
estaba vacía porque existía un pacto entre la familia en la que el remitente o
remitentes, escribían la dirección, con diferentes letras para que supieran que
todos estaban bien con el simple hecho de ojear la carta al recibirla. En esta
ocasión, la versión es totalmente distinta. Aquí la carta estaba llena y bien
llena. Un dinero que de no haber sido por la intervención de Sir Rowland Hill,
no hubiera podido disfrutar la familia. Y eso, según el relato, le dejó
pensativo a Hill.
Entre las reflexiones que afirma el periódico
valenciano tuvo Sir Hill ante lo sucedido, está el pensar en lo “…monstruoso (sic) del precio del correo y
la forma de cobrarlo…”, lo que le llevó a idear un sistema, el que todos ya
conocemos.
Escena de un cartero que se dispone a entregar una carta. Inglaterra Siglo XIX
El artículo prosigue unas líneas más, en la que ya cita
que esta historia dio lugar a la invención del sello postal, historia que
justifica los hechos según criterio de quién redacta el artículo, “…la escena de la cabaña han valido al mundo
la utilísima invención de los sellos de correos…”, y que al mundo de la
filatelia le da esta nueva versión de algo que seguimos sin saber si fue real o
leyenda.
Carta circulada con el Primer Sello del Mundo
Al parecer ni tan siquiera Rowland Hill fue el
verdadero protagonista de la escena, al menos la de la posada que todos
conocemos (2).
A pesar de que Hill en sus memorias llegase a desmentir los hechos, El Gran Dictionarie Universal du Siècle XIX (3)
de Pierre Larousse, en el año 1874, continuaba publicándola como válida. La
historia sitúa a otro personaje en esta “leyenda”, afirmándose que fue el
escritor Samuel Coleridge quién lo
publicó en primera persona en su obra “Cartas,
conversaciones y recuerdos”. Pero este detalle tampoco nos convence mucho
puesto que Coleridge falleció el 25 de julio de 1834, y el sello no saldría
hasta casi 6 años después. Salvo que viviese y observase la situación en sus
últimos días de vida, los números no cuadran. Además, existe documentalmente la
polémica sobre la paternidad del sello postal, que reclamó para él otro
británico, Sir James Chalmer quién se
afirma mandó en 1837, sendas cartas en las que presentaba el proyecto de los
sellos adhesivos para la reforma psotal.
Lo que sí parece constatado es el hecho de que en la
Inglaterra victoriana, se las ingeniasen para hacer llegar la correspondencia a
coste cero. El propio Rowland Hill parece era practicante de estos métodos en
los que se defraudaba al gobierno inglés. Por entonces, Hill sabía que la prensa que era remitida por algún
miembro del Parlamento o el envío llevase su nombre, podría circular por el
correo británico con franquicia postal (libre de cargas). Estando Hill de viaje
por temas de una salud poco boyante, ingeniosamente tomo un buen número de
ejemplares de ambos bandos: del liberal y del conservador, y convino con su
familia que si recibían el periódico del Partido Liberal (Whig), quería
decirles que su salud era buena. Pero si por el contrario el periódico enviado
fuese del Partido Conservador (Tory), querría decir que la salud no era tan
buena. Tal y como nos cuenta la leyenda.
Pero si queremos rizar más el rizo, nos podemos poner
frente al rotativo “Gaceta Universal”
de fecha 30 de marzo de 1879, quién en la página 2 del mismo, encontramos un
interesante artículo, con base certera o no, titulado El Sello de Correos (4) quién afirma que “…el sello de correos no lo
inventó, como creen algunos, Rowland Hill…”. El artículo le da el
mérito de ser padre adoptivo del sello postal, diciendo que tan solo aplicó la
idea y la propuso, pero que el verdadero padre de sello postal es un tapicero
inglés llamado Robert Muray, el cual
puso en práctica en Londres un sistema de mensajería particular, que
curiosamente llamó “London Penny Post”,
llegando a tener expuesto en su despacho un cartel que decía textualmente: Aquí se reciben y se llevan cartas por un
penique. En este sentido, también existen datos de un sistema similar
establecido en Francia, mucho antes de que se adoptase el sello postal de Hill
como invento revolucionario.
Sir Rowland Hill en un sello de Cuba (1940) conmemorando el Centenario del 1er sello del mundo
Son muchos los autores que confirman esta paternidad
postal (5),
pero es evidente que la historia, aunque no siendo una ciencia exacta, es
difícil de cambiar cuando algo está tan establecido como que el Primer Sello
del Mundo fue ideado por Sir Hill, tras haber presenciado una escena en una
posada inglesa donde la carta fue rechazada por la posadera.
Lógicamente no podemos por mucho que nos guste una u
otra versión, quedarnos con lo que la prensa nos diga, y más cuando no sabemos
qué fuentes históricas les llevó a afirma una u otra cosa. Sea cual sea la
verdadera historia y sus verdaderos protagonistas, todos estos relatos, hechos
e historias, nos envuelven y nos apasionan, y consiguen que la filatelia sea lo
que hoy es, una pasión que hace amigos con la excusa del sello postal
coleccionable.
Notas:
1. El Pueblo. 12.11.1894. Pág. 3. Fuente
Biblioteca Digital Valenciana BIVALDI. Esta misma historia o leyenda, mucho más ampliada y con más detalles, la
encontramos en el periódico valenciano “El Panorama” de fecha 15.07.1868.
2. La Leyenda del 1er Sello. J. Ivars
Ivars. Blog Ifac Filatélico. 04.12.2021.
3. Empezó a publicarse en 1863 en
formato de fascículos, llegando a publicar 17 volúmenes hasta 1888. Su editor
fue Pierre Larousse, quién con el tiempo daría nombre al conocido Diccionario
Larousse.
4. El artículo se firma con las
iniciales O. L.
5. Los autores consultados sitúan esta
información en el año 1680, y citan a un socio de Muray llamado William
Dockwra.
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