Apuntes Filatélicos
EL
ORIGEN DEL SELLO DE CORREOS
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
Es evidente que el sello postal, es la materia prima de que se nutre
cualquier filatelista. Aunque exista un gran número de diferentes tipos de
documentos que al coleccionista de sellos le pueden servir para aumentar su
colección, el sello siempre será es objeto principal, motivo de adoración y
búsqueda incansable. Y como todo en la vida, el sello tiene un origen, que
aunque no esté muy claro a quién atribuirle la paternidad del invento, la
historia ha sido implacable con ello y nos ha dejado mucha información al respecto.
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Una de las pocas cartas que existen con el "sello" inventado por Chalmers y circulado en 1839 en Dundee (Escocia) |
La historia por regla general, nos suele contar aquellos acontecimientos que han ido
transcurriendo con el paso del tiempo, hechos que suele llevar siempre
aparejado a uno o varios personajes, que por los logros se les suele encumbrar
a la posteridad. Es un reconocimiento que llevan implícitos estos hechos
históricos, pero no siempre son de justicia. En ocasiones, estos mismos hechos
pueden presentar diferentes visiones, distintas versiones, que dejan sin
reconocimiento a los protagonistas de estas, llamémoslas “otras
historias”. La filatelia, y el hecho
histórico del nacimiento o invento del sello postal, no se libran de esta doble
versión de un mismo hecho. ¿Quién fue realmente el inventor del sello postal?
No vamos ahora a cambiar la historia, o lo que ella nos cuenta al
respecto, y afirmaremos que fue cosa del británico Rowland Hill, al cual ese
gesto le valió toda la gloria. Pero tampoco vamos a omitir, ni dejar de conocer
aquellos otros proyectos, incluso anteriores al de Sir Rowland Hill, que
seguramente le sirvieron a este para dar con la solución allá por el año 1840. Las
crónicas nos hablan de “ensayos” que se realizaron antes de la introducción del
sello adhesivo, y el primero de estos “ensayos”, sabemos que se llevó a cabo en
1635. Estamos en el París de la época, y un tal Francisco Villayer propuso y
obtuvo permiso del propio Rey de Francia, Luis XIV, para implantar un correo
propio dentro de la propia ciudad, al que llamarían como “Petite Poste” –
correo pequeño – para distinguirlo del resto que se cursaba por todo el país, y
para ello a las cartas se les apegaba unos pequeños billetes con la indicación de “Porte Pagado”.
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Detalle de los 3 sellos que propuso en su proyecto James Chamlers, junto a una fotografía del "Padre" de los sellos |
Por entonces el correo, era costumbre que lo abonase quien recibía
la carta y además resultaba incluso como algo desconsiderado si el correo iba
ya pagado, por lo que esta idea no debió de cuajar entre los parisinos. El
precio de estos ensayos de sello postal, tenían un precio de “Cinco Soles” – la
docena de envíos -, y estuvo vigente hasta el año 1662. Hay un interesante dato
que no se ha estudiado a fondo, que nos cuenta que una española de nombre
Molina de Espinosa, y afincada en Francia, solicitó por entonces algo parecido
a lo del Sr. Villayer, pero le fue denegado por el propio monarca.
En 1660 y en Inglaterra, se habla de Henry Bishop, Director General
de Correos, quién inventaría un “sello” que sería “apostado en cada carta
conducida”, con timbre fechador que acreditaría el pago del servicio prestado.
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Detalle de una carta "Cavallini" circulada con la estampación en seco del emblema usado como sello en Cerdeña. |
Como proyecto de un sello postal para la correspondencia, como señal
de pago previo en el envío del correo, también Holanda tuvo su protagonismo. En
esta ocasión corría el año 1672, y el ensayo consistía en la estampación de una
etiqueta, que indicaba que el porte había sido pagado previamente. Todos estos
intentos de instaurar un sistema eficaz, dieron de boca con el intento y
fracasaron. Este de Holanda, se volvió a intentar en el año 1794 en la India
Holandesa, con idéntico resultado.
Ya con el siglo XIX iniciado, aparece un nuevo proyecto, esta vez en
la Isla de Cerdeña, que debido a las deficiencias que ofrecía el servicio
postal de Cerdeña, en manos de gobierno, se estaba llevando a cabo una práctica
que no beneficiaba en absoluto los intereses del propio gobierno, al existir la
costumbre de entregar las cartas directamente a las casas de postas o en las
propias posadas, para que fuese transportada por particulares y viajeros que
pasasen por allí. Para evitar esta situación de descontrol, el Estado creó unos
sobres y unas fajas timbradas, que en el argot filatélicos son conocidas como
“Cavallini”, que llevaban estampadas en seco una marca con el precio
correspondiente. El no uso de estos documentos por parte del usuario del correo
en Cerdeña, llevaba implicada duras sanciones. Pero el resultado no convenció y
la gente siguió usando el método tradicional de dejar la carta al amparo de
quién la pudiera transportar. Estos documentos, son piezas muy codiciadas en
según qué sectores del coleccionismo filatélico.
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Detalle de uno de los muchos artículos en prensa que encontraremos donde se cuestiona seriamente si el inventor del sello postal es más bien Chalmers y no Sir. R. Hill |
De Yugoslavia conocemos también otra historia del mismo calado que
las anteriores. En el año 1836, L. Koshier, funcionario postal natural de
Austria – con la partición del Imperio Austrohúngaro, su localidad quedo dentro
de territorio yugoslavo -, presentó al gobierno un plan de reforma del correo,
donde su principal baza era la implantación de los sellos adhesivos.
Y por último, nos vamos a referir al gran olvidado – en cierta
medida -, en lo referente a la historia de la invención del sello postal: James
Chalmers (1782-1853), habitante de la ciudad escocesa de Dundee, librero de
profesión, y que además cultivó el arte de la edición. De este británico,
muchos llegan a afirmar que es realmente el padre del sello de correos, ya que
hay constancia de que él ya pregonaba este sistema de pago previo y uso de
sellos mucho antes de Rowland Hill.
Incluso hay voces que afirman que aquella leyenda que dijo Rowland
Hill haber vivido en aquella posada de Escocia, que le dio pie a pensar en un
sistema nuevo para el franqueo de la correspondencia, quién realmente vivió
aquella situación fue Chalmers, y en cambio toda la gloria siempre se la ha
llevado el propio Hill.
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Carnet con sellos emitido por el correo británico dedicado a James Chalmers, donde apreciamos los diseños de sellos (izquierda) que llegó a presentar y usar |
Es evidente que, como pasa con cualquier evento que la historia nos
presente, aquello que cuaja y perdura, es lo que realmente se hace válido. El
sello postal, a pesar de esos “ensayos” que hemos hoy conocido, solo cuajó a
partir de la iniciativa presentada por Rowland Hill ante el Parlamento
Británico, y de ahí se fue extendiendo imparable por el mundo entero. Hoy el
sello postal sigue siendo el motor que mueve a millones de filatelistas en el
mundo, escaparate de cultura y reflejo de la sociedad del país que lo emite.
Pero el sello tiene siempre una historia tras él, que no podemos omitir ni
olvidar.
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