¡SR.
CARTERO. ME FALTAN LOS SELLOS!
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
¿A quién no le ha pasado aquello de recibir una carta,
de las de antes, aquellas que venían repletas de sellos, y ver que los deseados
timbres no están, y hay evidentes signos de que los mismos han sido arrancados
o despegados del sobre? Madre mía el cabreo que se pillaba uno, sobre todo
cuando profesaban la cultura filatélica.
Pues al parecer, esta práctica de hacerse con los
sellos de las cartas, seguramente para usos filatélicos, es algo de siempre.
Bueno, ahora estará mal que se arranquen los sellos cuando las cartas cada vez
viajan más pero sin el equipaje que suponía llevar una buena serie de sellos, para
que el hambriento filatelista los despegase, limpiase, secase y posteriormente
los introdujera en su colección.
La prensa de principios del Siglo XX, concretamente el
periódico madrileño La Correspondencia de
España, en su edición de fecha 06 de septiembre de 1901, lleva un artículo
en su interior titulado “Los Abusos de la Filatelia” (el
título ya se las trae), en el que se da a conocer cierta queja que al parecer
se está produciendo por la recepción de cartas a las que les faltan los sellos.
La nota, hace hincapié ó deja entender que esta falta
de sellos en las cartas se debe a causas filatélicas al opinar que los sellos
que se arrancan de la correspondencia “…son
de alguna utilidad para los filatelistas…”. Seguramente estaba en lo cierto
el periodista que cubrió la notica. A principios del Siglo XX, el auge
filatélico en España era más que evidente.
Detalle del artículo publicado en "La Correspondencia de España"
Madrid. 06.09.1901
La noticia prosigue indicando que desde Correos, su
Director General Sr. Laviña, ha dado instrucciones de que cesen tales abusos,
indicando que la propiedad de los sellos corresponden a los remitentes de las
cartas, hasta el momento en que se recepciona, y es entonces cuando el
destinatario es el verdadero propietario de los mismos.
Pero a Correos, por entonces, la razón filatélica de
esta sustracción de sellos, parece que no le era razón suficiente al indicar
además en la circular que remite a los funcionarios del ramo, que para el
matasellado de las cartas, se use la tinta tipográfica “…por ser la que más resiste a las operaciones de lavado…”. Me
decanto por pensar que le preocupaba más que esos sellos arrancados, volviesen
a reutilizarse una vez lavados y eliminado todo rastro de matasellos.
Es curioso cómo algo tan sencillo como los sellos en
una carta, tenga ese debate de quién es el propietario de ellos, cuando en toda
transacción postal, hay un origen y un destino, es decir alguien que envía y
alguien que recibe. Y este mismo debate, pero en tono más judicial, lo tuvo el
Dr. Thebussem, D. Mariano Pardo de Figueroa, quien en 1870 (17 de agosto),
firma un amplio artículo en el periódico La
Nación, donde en una especie de carta de las muchas que solía publicar en
la época, y remitida desde Wutrzbourg (Baviera-Alemania), en junio de ese mismo
año, hace una amplia intervención sobre este asunto de a quién pertenecen los
sellos que lleva una carta, y todo ello porque según describe en la misma, el
propio Dr. Thebussem, del que se dice nunca fue filatelista pero sí el más
experto de estos con que contó la España de mitad del Siglo XIX, recibió cierta
carta “certificada” a la que le faltaba los sellos.
El artículo que se reproduce en el periódico La Nación,
lleva por título “Cuestión
Philatelico-Legal”, y en él, el Dr. Thebussem, le pide a su amigo D. José
Mª Asensio (Sevilla), que le dé su opinión como jurista en torno al asunto de
la falta se sellos en la carta por acto no convencional. En el transcurso de la
transcripción de la carta que se publica, remitida por el Dr. Thebussem, este
hace una alegación bien razonada de quién a su entender, es el propietario de
las cartas que se remiten, las cuales al parecer y según las leyes de la época,
no se podían ni tan siquiera reproducir, si no se salvaguardaba la identidad
del remitente. Pero el tema que le preocupa realmente a este ilustre estudioso
de la “Philatelia” de mediados del Siglo XIX, era el proceder de certificar una
carta, que por entonces como registro de entrega se solía entregar únicamente el
contenido y el sobre servía como justificante de entrega.
Según describe D. Mariano, al pedir la devolución del
sobre remitido por correo certificado hasta Toledo, “…llega este a mi poder (…) y me quede pasmado, absorto, suspenso,
atónito, abobado y confuso, al ver recortado con tijera el sitio de los sellos
de correo…”. Lo que más le impactó fue leer de puño y letra, una
inscripción manuscrita que decía “…Recibí sin fractura y quito los sellos…”.
El amigo del propio Dr. Thebussem, se apoderó de los sellos. Debió ser uno de
los pocos filatelistas toledanos que habría en 1870, o tenía algún conocido inmerso
en esta materia.
"El Cartero". 1870. Obra de Karl Spitzweg.
El artículo citado añade, seguramente citado por el Dr.
Thebussem para su publicación, una nota a pie de página en la que hace constar
que “…La Revista de Correos, en su número
45, correspondiente al mes de julio último (entiendo que de 1870), opina que la
persona que envía un certificado, tiene derecho a recibir el sobre sin más
desperfecto que el puramente indispensable para su apertura, en la cual se
procurará conservar intactos los lacres y sellos, agregando que la oficina de
entrega no debe consentir que se recorten
o separen los sellos de la cubierta, la cual ha de devolverse sin
mutilación alguna…”. Más que evidente y lógico el enfado de D. Mariano
Pardo de Figueroa, y más él que cuidaba al detalle que el funcionariado de
Correos cumpliese con lo establecido en las normativas vigentes.
Cabe además que las quejas, que le cuenta a su amigo
jurista pretende emprender y remitir a la Dirección General de Correos,
tuvieran su buena acogida, a los hechos de que como hemos visto al inicio de
este artículo, en 1901 el propio ente postal, fue quién dispuso se cumpliese
con la normativa vigente.
El sello siempre ha sido objeto de deseo. Unos para
reutilizarlos y defraudar a las arcas públicas, y otros para darles ese otro
uso que tanta pasión genera: La Filatelia.
Sigue pasando hoy día. Últimamente he recibido cartas a las que les han arrancado los sellos.
ResponderEliminarGracias por el comentario.
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