Apuntes
Filatélicos
BAUTIZAR
LOS SELLOS
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
Tenemos por norma poner nombre a las cosas. Más bien a
todo. Es esa forma que el ser humano tiene de poder distinguir una cosa de
otra. Es parte de nuestra idiosincrasia cultural. Y los filatelistas no nos
libramos de ello. Por naturaleza desde que nació la filatelia a los pocos años
de aparecer el primer sello del mundo en Inglaterra, todo aquello que fue
surgiendo como algo nuevo, fue recibiendo su correspondiente nombre. Ello hace
que en torno al coleccionismo de sellos, haya surgido un rico vocabulario que
en el mejor de los casos ni la RAE lo ha tenido en cuenta.
Pero si de una cosa nos podemos sentir más orgullosos, quienes profesamos esta afición a estudiar el sello postal, es el hecho de que en una tertulia filatélica, si nos ponemos a hablar de sellos, y no de cualquier sello sino de aquellos que a lo largo de la historia de la filatelia, han destacado y siguen haciéndolo por una u otra razón, seguramente emplearemos una terminología que los pocos puestos en estos menesteres, les sonará a chino mandarín. Siempre nos ha gustado bautizar los sellos.
Pero no todos los millones de sellos que a lo largo de
casi dos siglos de existencia del sello postal se han puesto en circulación,
tienen nombre. El coleccionista, el estudioso, el divulgador filatélico a lo
largo de la historia ha ido nombrando aquellos más destacados, aquellos que por
su especial rareza han sido nombrado más veces. No hay constancia, todavía, de
cuando se les bautizó con el nombre que hoy conocemos, pero bastó con que bien
en las diversas publicaciones filatélicas que han existido, fuese nombrado una
sola vez, para que su nombre perdurase a lo largo de los años.
En la Isla de Mauricio, durante tiempo perteneciente al
Imperio Británico, en 1847 se pusieron en circulación sus primeros sellos, de
los cuales dos hoy son conocidos en el argot filatélico como los “Post Office”,
denominación que se debe a su error a la hora de realizarlos cuando el
Administrador Jefe de la Oficina de Correos de la isla, mando hacerlos
advirtiendo que en el sello debía aparecer el texto correcto de “Post Paid”
(Correo Pagado), un error que se subsanó pero que no impidió que algunos de los
Post Office fuesen usados y con ello se creó uno de los más grandes errores de
la filatelia.
Otra colonia inglesa de la época, La Guayana Británica,
tiene el honor de ser artífice de otro de los sellos (1873) con nombre propio,
y actualmente es el sello por el que más dinero se paga cada vez que sale a
subasta. En esta ocasión el mundo filatélico lo tiene bautizado como “El
Magenta”, debido a su color, y con ello a pesar de los miles y miles de sellos
magentas que se habrán puesto en circulación, basta con decir eso para que el
aficionado a la filatelia que se preste, sepa de qué sello se trata. Incluso la
prensa escrita no especializada, cuando trato el tema de la última vez que
salió en subasta, así lo denominaron. Su
importancia radica en ser un sello único, del que se dice en su día hubo dos
ejemplares pero que quién los tuvo en su poder, destrozó uno de ellos para que
no existiera otro ejemplar como ese. ¡Cosas de una afición curiosa!
Si nos adentramos en errores en los sellos, existe otro que también fue bautizado en su día por el colectivo de filatelistas americano. Fue el correo de este país quien el 10 de mayo de 1918 sacaría una emisión de sellos, de la que cierto individuo yendo a la oficina correos a comprar sellos, se percató de que una de las hojas tenía la imagen invertida. Se trataba de un sello que representa una avión Curtis JN4 Jenny, y por ello el sello en cuestión se le conoce como “Inverted Jenny” ó en castellano “Jenny Invertido”. Basta con eso para saber de qué sello estamos hablando.
España tiene también sus propios sellos bautizados. No
somos ajenos a esta moda. De entre todos, cabe que uno de los más conocidos y a
su vez la mayor rareza de la filatelia española, lo encontramos en el sello de
la emisión 1851, segunda emisión de sellos que Correos ponía en circulación y
en la que un cliché del sello de 2 reales que tenía que ser de color rojo,
accidentalmente se en la placa de impresión del 6 reales que era azul. Por ello
el sello, del que solo se conocen 3 ejemplares, apareció en el mercado en un
color distinto al que le correspondía. Fue fácil bautizarlo: “El 2 Reales
Azul”. Muchos otros, a lo largo de la historia de nuestro correo, han aparecido
con errores o variedades de muy diversa consideración, pero ninguno de ellos
tuvo el honor de llevar nombre propio.
En ocasiones, no hizo falta ni que el sello fuese raro, ni que tuviese alguno error o variedad para conocerlo por su “nombre filatélico”. Tenemos casos como los primeros sellos argentinos que son conocidos en el argot filatélico, por las imágenes que muestran. Así conocemos los “Gauchitos”, “Barquitos”, etc., o también las “Mulitas” del correo mexicano.
Pero esto de bautizar a los sellos, no es algo del
pasado. La filatelia actual también nos ofrece de vez en cuando algún sello que
destaca por algo y que son tantas las conversaciones y publicaciones que sobre
el mismo se hicieron o hacen, que el filatelista necesita ponerle nombre para
que todo el mundo, filatelista o no, sepa de qué sello se trata. Este podría
ser el caso del Sello de Valor Variable (Svv), argot filatélico, que Correos
puso en circulación en 1999 a solicitud del Ayuntamiento de Calpe, y que por su
rareza y por diversas causas de cómo llegó usarse el mismo, hoy en día en toda
conversación filatélica ó publicación del ramo, el filatelista lo conocerá como
un “CALPE”.
El filatelista seguirá con su propia jerga filatélica
aunque solo nos entendamos entre nosotros cuando hablemos, pero seguiremos
dando a conocer estas maravillas que la historia nos ha dado, y que como hemos
visto tienen historia y nombre propio.
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