17 abril 2023

Lo que la Prensa nos contó (Nº 29). UNA REBAJA POR LA CARTA SR. CARTERO.

 

 

Lo que la prensa nos contó… (29)

EL REGATEO AL CARTERO

Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico

 

¿Cómo andamos de imaginación? ¿Mal? ¿Regular? ¿Bien?... ¿Os habéis preguntado alguna vez, que hubiera pasado si el mayor invento de la humanidad, el sello postal o el pago previo por el envío de la correspondencia, en vez de ser invento inglés, hubiese sido español? Esto es mucho imaginar.

Aunque, todos sabemos que detrás de ese pago previo para el envío de la correspondencia, existe una leyenda, que seguramente si los protagonistas de la misma, hubiesen sido de nacionalidad española, la leyenda hoy la contaríamos de forma diferente. La posadera o dueña de la taberna donde recaló Sir Rowland Hill, sabemos que rechazó la carta que le llevó el cartero, o al menos eso nos ha contado la historia. Y sabemos también que la razón de dicho rechazo fue el excesivo precio que por entonces se pagaba por recibir una carta, teniendo en cuenta que estamos en la época pre sello postal, y por lo tanto pagaba quién la recibía.


Como he apuntado, de ser una historia (o leyenda) de origen español, la posadera no hubiese rechazado la carta. Tal vez hubiese regateado el precio con el cartero para pagar menos por ella (…ahora sí que me he metido en un buen lio).

¿Por qué os cuento esto? Sencillamente porque no hace mucho, ojeando un periódico de los de segunda mitad del Siglo XIX, pude leer un breve artículo que viene a reflejar ese carácter único, especial y diferente que tenemos los españoles (al menos algunos), y mientras lo leía, me pude imaginar al protagonista del relato, siendo quien en la Inglaterra victoriana, bueno en esta ocasión en la España isabelina, recibiera una carta por la que tenía que abonar la cantidad estipulada y que el cartero le indicó.

Os pongo en situación porque la escena es del todo pintoresca. El periódico es El Español en su edición de Madrid del día 21 de octubre de 1846, y en su interior un pequeño artículo que describe lo que le sucedió a uno de los redactores del periódico “El Tiempo”, que según el relato, se hizo con los servicios de un gallego que iba a trabajar como criado o mozo de confianza del periodista, al que le manifestó sus buenas dotes en economía domestica.

Y tanto que las tenía. Un buen día llegó el cartero a casa del redactor del periódico “El Tiempo”, y por la carta que tenía que entregar le pedía 9 cuartos y medio. Hay que recordar que estamos en 1846, el sello en España todavía no era una realidad, el previo pago en la correspondencia tampoco, y quien recibía la carta seguía siendo quien abonaba al cartero el servicio. Pues bien, el criado con sus dotes de ahorrador, o de docto en economía domestica, le quiso regatear al cartero por el servicio. Según el relato publicado, este le ofrecía al cartero tan solo cinco cuartos, a lo que el cartero le espetó un “…no seas bruto…”. Pero el criado no se amedrentó, y siguió ofreciendo una rebaja por la carta, como si de una subasta a la baja se tratase el asunto. De los 5 cuartos, paso a ofrecerles 6, y como el cartero seguía en su razón de que eran 9 cuartos y medio, el criado llegó a ofrecer 7 cuartos, pero al no obtener el sí del cartero, le devolvió la carta, y encima le cerró la puerta en sus propias narices.

Este criado debía de haber estado presente en la taberna del condado de Aberdeen cuando Sir Rowland Hill presenció la escena que dio vida al sello postal. Seguramente hubiese accedido a negociar con el cartero para que la pobre posadera no se quedase sin su carta y sin aquellas noticias que no existieron de su familia.

Al final de la historia (la española) el propio “señor” de la casa, tuvo que salir a la calle para detener al cartero y recuperar una carta por la que pagó el precio que se le pedía, como era preceptivo por entonces. Y al final, la semejanza con aquella “leyenda” es más que evidente. Sir Rowland Hill también accedió a que la carta no fuese devuelta y pagó el chelín que el cartero inglés exigía. Pero de esta leyenda, o de las varias que hay, algún día nos pondremos a escribir, porque el tema da para mucho.

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