Apuntes Filatélicos
FRAUDES
EN TORNO A CORREOS
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
Con el nacimiento del sello en España, o más bien con el inicio de
su uso como pago previo en el envío de la correspondencia, nació también la
picaresca, el fraude y el timo en torno a Correos. A partir de 1850, año que
irrumpe el sello postal en España, vamos a ser conocedores de un sinfín de noticias
que nos darán cuenta que hubo quién se quiso aprovechar, y no poco, de estos
pequeños trocitos de papel engomado, que servían para dar constancia de que el
pago por el servicio postal, se había efectuado.
Dos sellos "Lavados" para ser vendidos a coleccionistas Actualmente, son sellos buscados por filatelistas expertos |
Las propias autoridades percibieron casi de inmediato que con los
sellos, algo más que usarlos en la correspondencia se estaba dando. Así
encontramos que la primera de las muchas prohibiciones o reglamentación en su
uso, se dio ya en 1854. Por Real Decreto de 16 de marzo de aquel año, y firmado
por quién fuese Ministro de la Gobernación y Presidente del Consejo de
Ministros, D. José Luis Sartorius, - I Conde de San Luis -, en el que en su
artículo tercero, se establece que “… quién se ocupase de limpiar o expender al
público sellos de franqueo ya servidos, sea entregado a los tribunales para que
estos lo juzguen y castiguen con
arreglo a las leyes comunes…”. Años más tarde, en 1860, los sellos fueron
declarados como “efectos estancados” (R. Decreto de fecha 16 de noviembre), y
por ello se prohibía su reventa como delito de contrabando.
Con este panorama, ni los primeros filatelistas españoles lo
tuvieron fácil. Perseguidos como delincuentes por intercambiar sellos ya
servidos (ya usados), o incluso vender y comprar con el único fin de coleccionarlos.
Pero ni con esas, se logró frenar que tanto los buenos, como los malos,
hicieran del sello una pasión, y también un negocio. Pero no hubo distinción
entre quienes lo hacían como pasión, o los que querían conscientemente defraudar
al tesoro público.
A través de la prensa de la época, son cientos las noticias que al
respecto de fraudes y picarescas se nos plantean. Cabe recordar que en 1850, el
1 de enero, se pone en circulación el primer sello en España, y el 2 de abril
del mismo año, ya se había falsificado, resultando ser los artífices unos
personajillos de Alicante – grabador y editor -, a los que las autoridades
pronto dieron caza. Pero estos fraudes, no fueron pensando en engañar a los
coleccionistas, que todavía no los habría en España, sino que son fraudes para
engañar a Correos. Lo que en argot filatélico se conoce como “falsos postales”.
D. Mariano Pardo de Figueroa, también conocido como Dr. Thebussem,
nos daba cuenta que en 1862, desde la Dirección General de Correos se alerta a
las respectivas administraciones provinciales, que en Burgos, han sido
retenidos unos envíos que contenían “…porciones
de sellos ya servidos…” y que iban destinados a personas de Cádiz, San Fernando
y Jerez de la Frontera, y que por pensar pudieran estar destinadas a comerte
algún fraude, han sido requisados. Cabe que fuesen sellos que se enviaban a los
primeros filatelistas españoles, con ese único fin de su coleccionismo y
estudio, pero el gobierno estaba expectante antes estos envíos masivos de
sellos ya usados.
De los muchos fraudes, en torno al correo, que podríamos citar, tal
vez es más habitual fue el del Lavado de
los sellos. Y esta práctica si solía estar fundamentada en volver a usar
los sellos, a los que previamente se les había borrado la tinta del matasellos,
en nuevos envíos postales. Tenemos constancia de un hecho acontecido en 1895,
en la ciudad gaditana en Arcos de la Frontera, donde conspiraron para cometer
el delito tanto el Administrador de la Oficina de Correos, uno de los carteros
y el estanquero que se encargaría de venderlos como nuevos en su
establecimiento.
El proceder era tan sencillo como que el cartero, sustituía los sellos
de las cartas antes de ser mataselladas, por sellos ya usados, y los nuevos se
entregaban al estanquero de la localidad que hacía con ellos un negocio de
pingues beneficios.
Uno de las noticias más sorprendentes sobre sellos lavados que
podemos encontrar, tuvo lugar en la ciudad de Nueva York. Corría el año 1902, y
las autoridades postales norteamericanas se percataron de que los inmigrantes
italianos, habían ideado una peculiar forma de poder escribir las cartas a sus
familiares de Italia, de forma totalmente gratuita. Simplemente para ello,
cubrían los sellos que ponían en las cartas con una cola especial que hacía que
cuando la carta llegaba a destino, estos sellos pudieran ser lavados, y con
ello desaparecía tanto la cola como la tinta del matasellos. Estos sellos
puestos dentro de la carta de respuesta, podían ser utilizados nuevamente por
sus familiares en Norteamérica.
Al ser descubierta esta picaresca postal, optaron por hacer aquello
que hizo la posadera – según la leyenda nos cuenta -, cuando Rowland Hill se
percató que la joven rechazaba una carta de su familia por no poder pagar los portes,
porque simplemente estaba la carta vacía y solamente con las señas escritas en
el pliego, ella podía saber que la familia estaba bien. Eso mismo, pero 60 años
después, se volvió a poner en práctica entre la correspondencia de los
italianos inmigrados a América, y como resultado fueron las más de 590.000
cartas devueltas por falta de franqueo durante el año 1901.
Quién no nos dice que un día damos con alguna carta de aquellos de
la comarca que viajaron cruzando el Atlántico y que por falta de medios,
tuvieron que contactar con la familia usando estos métodos tan poco ortodoxos.
Sobre el lavado de sellos España no se libra. A principios del Siglo
XX, las autoridades dieron con otro tipo de fraude en el que incluso se vieron
implicados grandes coleccionistas de la filatelia madrileña. Estos en perfecta sincronía,
utilizaban tintas especiales que una vez estampadas, podían ser fácilmente lavadas,
haciéndolas desaparecer de los sellos que luego se revendían, esta vez para
coleccionistas.
Ni la filatelia si libra de la picaresca, aunque ello nos dé lugar a
que no dejemos de investigar.
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