Apuntes
Filatélicos
EL
SELLO QUE ACABÓ EN ASESINATO
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
Tal vez para iniciarse en la filatelia, el sello por sí
solo no sirva, pero si el mundo que lo envuelve. Y este mundillo del coleccionismo
de sellos, está repleto de numerosas curiosidades, a cual más atractiva e
interesante. No hace mucho, en esta misma sección, nos pusimos a bautizar
algunos de los más famosos sellos que el mundo ha conocido, pero nos dejamos
uno sin bautizar. Bueno en realidad es un conjunto de sellos a los que el mundo
filatélico suele denominar como “Misioneros”.
Una denominación o nomenclatura filatélica, que tiene
su razón de ser, si entendemos que fueron un conjunto de sellos, los primeros
que usó el “Reino de Hawaii”, emitidos el 1 de octubre de 1851, y que con el
tiempo los pocos que se iban encontrando una vez usados, unos 200 han llegado a
nuestros días (se hicieron con papel cebolla y su baja calidad no les permitió
perdurar en el tiempo), lo hicieron a través de la correspondencia de los
misioneros estadounidenses que trabajaban en aquellas remotas islas, ya desde
1820.
Como territorio independiente, el Reino de Hawaii
establece a partir de 1849, su primera oficina de correos, dotando a la isla de
un particular servicio postal, y fijando sus primeras tarifas postales,
especialmente en los envíos desde la isla hacía el continente (California).
Para ello establece el uso de los primeros sellos, compuestos de 3 valores: 2,
5 y 13 centavos, que combinando todos ellos cubría las tarifas necesarias para
la época.
Pero de los 4 modelos de sellos que se pusieron en
circulación en 1851, 1 del valor de 2 c., 1 del valor de c. y 2 del valor de 13
c., uno de ellos, el 2 centavos, ha pasado a la historia de la filatelia
mundial, no ya por su diseño (el de todos los sellos misioneros es muy básico),
sino por las circunstancias que rodearon al sello en cuestión, al menos uno de
los dos conocidos. Y esta circunstancia no es otra que el asesinato que por
poseerlo en cierta colección, se cometió. La codicia humana no tiene límite
como vamos a ver.
La historia de este hecho bien podría ser perfectamente
el argumento de una novela o película policiaca, a la altura de aquellas
grandes novelas de Agatha Christie con su personaje “Hércules Poirot”, pero no
fue ficción ni novelesco, sino real, y aquel sello del Reino de Hawaii acabó en
asesinato. En la Francia de finales del Siglo XIX, vivía un importante
comerciante francés llamado Gaston Leroux,
homónimo del escritor, el cual en su retiro parisino se dedicó en cuerpo y alma
a atesorar una de la más importante colección de sellos de la Francia de la
época.
Un buen día se encontró al Sr. Leroux muerto en su
apartamento (junio de 1892), y cuando la policía examinó el lugar, no encontró
signo de que el asesinato hubiese sido causado por robo alguno, al encontrarse
en el escenario, tanto las joyas y una importante suma de dinero intactos. El
móvil del robo parecía no ser la causa.
Dicen que la Policía no es tonta, y algo no debió
cuadrarles de lo visto en el escenario del crimen, cuando decidieron hacer una
comprobación más exhaustiva del lugar, y para ello, uno de los detectives
realizó una inspección más a fondo, para lo cual decidió ojear los álbumes que
este filatelista francés atesoraba. En una de aquellas hojas, en las que el Sr.
Leroux tenía algunos de los sellos de Hawaii, había un espacio vacío, que
correspondía al primero de los 4 sellos de que se componía aquella mítica
emisión de los “Misioneros”. Realmente faltaba el primero de los sellos, el de
2 centavos, y en ese espacio vacío, quedaba rastro del fijasellos engomado que
lo sujetaba (muy propio de la época el uso de estas tiras para sujetar los
sellos en los álbumes).
Realizadas las pertinentes consultas a los aficionados
al coleccionismo de sellos, la policía pudo saber de qué sello se trataba, y
además conocer la rareza del mismo, pues solo existían en el mundo 3 o 4
ejemplares. Este ya parecía ser un motivo más justificado para un asesinado.
Tocaba averiguar quién lo llevó a cabo.
Nada mejor que frecuentar los mismos lugares que los
filatelistas frecuentaban, y haciéndose pasar por uno más de ellos, el
detective logró su objetivo. Un buen día, un coleccionista de los que
frecuentaban aquellos ambientes filatélicos del París de finales del XIX y de
nombre Héctor Giroux, se enorgullecía
de mostrar sus adquisiciones filatélicas, y cegado por su pasión filatélica fue
a mostrarle al propio detective, ahora filatelista también, la serie completa
de los conocidos como “Misioneros de Hawaii”, serie a la que hasta hacía poco
le faltaba tan solo un ejemplar, el 2 centavos que poseía su amigo Leroux, y
que cegado por su codicia, asesinó sin escrúpulo algunos. La pasión por la
filatelia acabó desembocando en locura y asesinato. El poseedor inicial
falleció asesinado, y su verdugo condenado a muerte por el atroz asesinato
cometido.
Giroux confesó ser el culpable de los hechos, y aunque
poseía capital suficiente para adquirirlo, declaró que Leroux se negó
tajantemente a vendérselo, lo que provocó en él la ira. Ira y soberbia parece
no ser buenas compañías para con el coleccionismo postal.
Desde entonces, este mítico y curioso sello junto a sus
hermanos, o al menos los pocos que se salvaron y han llegado a manos de grandes
y potentados coleccionistas, no han dejado de elevar sus precios a medida que
han ido pasando de mano en mano. Alguno de estos “Misioneros” han pertenecido a
las más famosas colecciones filatélicas que ha conocido el hombre: Maurice
Burrus, Phillip von Ferrari, etc.
Matar por un sello no es el camino, pero el sello
encierra un mundo de curiosidades que hacen de esta ciencia una pasión que bien
merece conocerla.
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