Lo que la prensa nos contó… (78)
ALICANTE
NOS CUENTA LA LEYENDA DEL 1er SELLO DEL MUNDO
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHp
©Ifac Filatélico
Qué os pensábais, que en Alicante nunca se habló de cómo surgió la
idea del sello postal. Pues se hizó e incluso cuando la filatelia, tal vez, en
Alicante todavía no era una afición consolidada. Estamos casi cerrando el año
de 1876, y la prensa alicantina, concretamente el periódico El
Graduador que se editaba en la
ciudad de Alicante, en su edición del día 11 de noviembre de 1876, lleva un
interesante artículo que firma, seguramente como pseudónimo, un tal Teófilo,
del que siempre afirmaré que debió de tratarse del primer coleccionista de
sellos que tuvo la ciudad, dado que son varios los artículos que he podido leer
y contemplar, con su propia firma, y todos sobre temas postales.
El articulo centrado en dar algunos datos de cómo surgió en
Inglaterra la idea del sello postal, lo desglosa el autor en 3 partes, y es en
la 2ª donde aparece una interesante explicación sobre el origen de los sellos,
y que nos lleva a ver que esta realidad – o leyenda según se mire -, tiene
tantas versiones y escenarios, como imaginación pueden llegar a tener quienes la
cuentan. Estamos en 1876 y Teófilo, autor de esas líneas en la prensa, inicia
su relato diciento que “…la invención del sello es bastante
antigua…”. Tan solo habían pasado 36 años desde que en 1840 Inglaterra
hiciera valer los sellos como franqueo previo en la correspondencia.
_page-0001.jpg)
Detalle de la publicación del pequeño artículo sobre la invención del sello, publicada en el periódico alicantino "El Graduador" en su edición del 11 de noviembre de 1876
Parece ser que nuestro alicantino, divulgador de lo postal en los
medios de la época, basa la información que plasma en el artículo, por un
reciente libro sobre el tema que un buen amigo suyo ha publicado, por lo que no
le podemos achacar a él mismo, los posibles errorer u omisiones que veamos, si
bien en esto del nacimiento del sello postal, dificilmente podemos saber que
versión de las conocidas, es la válida. En lineas generales, siempre se apunta
un contexto similar que hace ver que el sistema postal de mediados del Siglo
XIX – y fechas anteriores -, no es el más acertado ya que, la historia siempre
habla de una carta o misiva que llega parta entregarse al destinatario, y este –
o esta – tras observarla, la rechaza sin abonar el porte de la carta.
Pero en esta ocasión el escenario es muy similar al que estamos
habituados a leer cuando del tema se trata. Nos encontramos en el Condado de Aberdeen, en el noroeste de
Escocia, pero curiosamente ya no es Rowland Hill quién presenció la escena,
sino que le aporta una nueva identidad. Teófilo – o quién escribiera el libro citado
-, nombra a Mulready, como testigo de la escena que cambiaría el correo
para siempre. Concretamente se refiere al pintor costumbrista irlandés William Mulready (1786-1863), y que en
alguna que otra ocasión, diversos autores lo situan como el verdadero artífice
de la idea de cambio en el envío de la correspondencia.
El relato prosigue, y aparece la que si es la auténtica protagonista
del asunto: una chica joven que está al frente de una posada, en la que nuestro
protagonista, fuese quién fuese, se detuvo para retomar fuerzas. Aquí el relato
añade que la “…joven cuida de su anciama
madre paralítica…”. Al rato, llegaría el cartero con la misiva a entregar a
la joven, y nos dice que esta proviene de la ciudad de Londres. El cartero
entrega la carta – hasta aquí todo bien -, y le solicita la cantidad de 5 reales
a la joven – no olvidemos que por entonces, pagaba quien recibia -… pero ¿5
reales? Estos han debido adaptar la moneda que se usaba en la Gran Bretaña de
entonces, con los reales que estaban en uso en España, para mejor entendimiento
del lector.
Como en todas las versiones, la misiva fue rehusada por la posadera,
y esta escena fue contemplada por el protagonista – que dicho sea de paso
siempre se ha dicho que fue Sir Rowland Hill, pero parece que no queda claro
esta cuestión -, y viendo cierto misterio en el asunto, quiso preguntar porque
se devuelve una carta. La posadera le explica que su novio es quién se la manda
– ya tenemos otra versión que dista mucho de las conocidas -, y que para
ahorrarse el pago que supone el envío y recepción de una misiva, acordaron poner
en la cubierta ciertas anotaciones a modo de “…pequeños signos….”, para indicar que su salud era buena y sus
sentimientos amorosos estaban intactos. No me diréis que esta historia no tiene unas connotaciones románticas muy de
la época en la que se vivieron.
La historia de cómo se fraguó la idea, necesaria y populista, del
nacimiento del primer sello del mundo – que hay quién afirma que de primero nada
-, como pago previo en los envíos postales, tiene tantas versiones que más que
aclararnos el asunto, nos crea muchas dudas al respecto. Pero así son las leyendas.
Llegar a la verdad puede resultar tan tedioso, que es mejor quedarnos con todas
ellas, e ir conociendolas una a una, para que cada cual se quede con la que le
parezca más veraz y verosimil.
Lo importante aquí, más allá de conocer una nueva versión entre
cartero y posadera, es poder haber conocido que la prensa alicantina, allá por
1876 ya hablaba a sus lectores de sellos, algo que mucha prensa actual ni hace.

No hay comentarios:
Publicar un comentario