BREVE HISTORIA DEL JOVENCITO QUE CREÓ UN IMPERIO FILATÉLICO
Por José Ivars
Ivars
Divulgador e
Investigador Filatélico
En ocasiones la vida puede ser caprichosa y regalarte un
golpe de suerte que no esperas, pero que viene bien para que aquello en lo que
crees, avance y prospere. En el mundo de la filatelia, adentrarse en ella no es
cosa fácil sobre todo cuando lo haces en su vertiente empresarial, pero mucho
menos fácil debió serlo si el proyecto lo creas a los pocos años de que el
primer sello del mundo viese la luz, es decir con la filatelia en pañales, y
empezando un coleccionismo que, si es verdad, muchos ya auguraban que sería la
reina de las colecciones.
La historia de hoy tiene como protagonista a un joven
inglés de tan solo 16 años, que había nacido en 1840 (21 de junio), justo el
año en que el correo británico ponía en circulación el primer sello del mundo,
y cuya familia regentaba un pequeño negocio farmacéutico en el número 15 de
Treville Street, en Playmouth (Inglaterra). Su nombre no les será del todo
desconocido a la mayoría: Edward Stanley
Gibbons. Un jovencito que a muy corta edad ya se intereso por los sellos y
su coleccionismo, ó al menos por su vertiente comercial puesto que aprovechaba
el negocio familiar para hacer alguna venta de los escasos sellos que por aquel
entonces existían, y que iba comprando como podía.
Pero como decíamos antes, en esto del comercio filatélico
y según la época, si la suerte llega, mucho mejor. Y la suerte llamó a la
puerta del joven Edward, cuando en 1863, y en la farmacia que regentaba su
familia, llegaron unos marineros con un saco de sellos que, según dicen las
crónicas, ganaron en una Rifa y no sabían qué hacer con tanta cantidad de
sellos y tan variados. El jovencito vació el saco sobre su pequeña mesa y quedo
sorprendido de observar la cantidad de sellos triangulares de Cabo de Buena
Esperanza que había, un sello que por aquel entonces los entendidos ya buscaban
por sus variedades y rareza. Y Edward Stanley Gibbons los tenía frente a él.
Miles y miles de sellos, algunos incluso sobre la carta original, variedades de
color y las piezas más raras que había visto jamás. No dudo ni un momento, pago
la cantidad que los marineros le pedían (no ha trascendido cuanto fue ese pago)
y se quedo con un lote que ya querrían muchos tener.
Tras la muerte de su padre en 1867, el joven Edward
decide dar un cambio drástico y en vez de proseguir con el negocio familiar
farmacéutico, decide dedicarse plenamente al comercio filatélico, instalándose
en 1874 en Londres donde el negocio prospero y adquirió el nombre por el que
mundialmente se le es conocido, “Stanley
Gibbons”, ampliando con el tiempo el negocio ya no solo centrado en la
compra-venta de sellos, sino que también tuvo el acierto de realizar la edición
de catálogos y diverso material filatélico.
Tras una vida dedicada para y por los sellos, Edward
Stanley Gibbons, fallece el 17 de febrero de 1913 (fecha no confirmada), y en
la hoja de certificación de su defunción escribieron en el apartado
“dedicación”: Coleccionista de sellos
retirado.
Parte de su vida, y su matrimonio con al menos 5 mujeres
que todas ellas murieron jóvenes, han creado un halo de misterio sobre su vida.
Pero ese no es un tema que nosotros debamos abordar. Lo realmente cierto es
que, Edward, aquel joven inglés que supo ver el porvenir en el novedoso “hobby”
que había surgido con los sellos postales, nos ha dejado un legado muy
importante para los que hoy disfrutamos de ese mismo pasatiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario