Lo que la prensa nos contó… (30)
MI
SELLO…ES ÚNICO
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
El de hoy es un artículo que quienes andamos desde hace
años en el mundo del sello, conocemos ó al menos sabemos que debió existir ese
pique entre coleccionistas, poseedores de ejemplares, que no eran únicos en el
mundo porque, el otro ejemplar (o ejemplares) estaban en manos de otro u otros
coleccionistas. En 1910, una historia de estas fue noticia. Una de ellas,
porque son muchas las que se cuentan, generalmente sin dar detalles de que
sellos son los protagonistas. En esta ocasión el periódico La Tarde, rotativo que se
imprimía en Palma de Mallorca, tampoco nos habló de esos sellos únicos, pero si
le gustó al parecer la noticia.
En el ejemplar de fecha 11 de diciembre de 1910, en
primera plana, el periodista titula a su artículo como “Lecturas Amenas”, lo
que nos hace pensar que simplemente es una historia, inventada o no, para
entretener al lector. La primera frase ya nos debe ser habitual a quienes
siguen esta sección, por las veces que la hemos dicho o hemos hecho referencia
a ella. El artículo inicia su relato diciendo que “…los periódicos rusos cuentan una historia curiosa que demuestra hasta
dónde puede llegar la chifladura de
un coleccionista…”. Siendo realistas, hay que estar un pelín chiflado para
llegar al extremo que llegaron estos dos filatelistas cuya historia la prensa
contó.
Lo que la prensa de la época nos cuenta, es que al
parecer hubo un coleccionista poseedor de 8 sellos antiguos que parece eran
únicos en el mundo. De esos tesoros filatélicos que uno se engrandece cuando
los muestra tanto a amistades como a otros coleccionistas. Pero la envidia es
insana en cualquier campo de la vida, incluso en el de la filatelia. Y este
ruso, de nombre M. Stemmer, debió tener un amigo o conocido muy envidioso,
tanto que hizo lo imposible por reunir el mismo tesoro que tenía su amigo. El
periódico le pone nombre a este: Príncipe Troubestcoi, aunque su
nombre bien escrito era el de Paolo Troubetzkoi (1866-1938), escultor y pintor
ruso nacido en Italia.
A través de la prensa, insertó anuncios en los que
ofrecía “…comprar a cualquier precio los
ocho sellos en cuestión…”. Las ofertas no se hicieron esperar. Desde
América, le llegó una oferta por 5 de los 8 sellos, al considerable precio de
32.000 francos (de la época). No era de esperar que la reacción que tuvo el
coleccionista ruso fuese la que tuvo: en cuanto dispuso de los 5 sellos, se
apresuró a visitar al amigo para indicarle que los suyos ya no eran “únicos”.
Una guerra de niños, muy habitual entre filatelistas según cuentan las
crónicas.
Al final, la situación de pique entre filatelistas por
unos sellos que se creían únicos, se apoderó de M. Stemmer. No pudo con la
situación, y optó por ceder al precio que le solicitaba su anfitrión por
adquirir los sellos. En total la suma por la que estaba dispuesto a deshacerse
de los 5 sellos fue de 62.500 francos. Pero la reacción fue mucho más
sorprendente y lógico que la prensa tachase aquello de “chifladura”. El nuevo
propietario de los 13 sellos, optó por quemar los 5 que acababa de comprar,
afirmando una vez hecha la diablura, que “…ahora
los míos son los únicos en el mundo…”.
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