Lo que la prensa nos contó… (III)
LEER
LA PRENSA “GRATIS” EN CORREOS
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
La prensa que nos contará lo que sucedía hace mucho
tiempo, relacionado con el correo y su buen hacer, en esta ocasión serán Los Anales de las Ordenanzas de Correos,
que dicho sea de paso, quién no los haya leído nunca, les invito a que lo
hagan, porque son una publicación, al estilo de anualidades, que nos habla de
normas y decretos (y otras prescripciones) que sobre el Correo se fueron
dictando y publicando en España entre 1283 y 1889.
Y esta ocasión nos adentramos en el año 1853, siendo
Director General de Correos D. Luis
Manresa, quién dicta para su cumplimiento, una circular que hace llegar a
todos los Administradores Principales de Correos, firmada en la fecha del 16 de septiembre de 1853, y en la que
denuncia una situación que al parecer se producía en diferentes dependencias
del ramo, y que no era otra cosa que la lectura por parte de empleados y
público de la prensa escrita del día.
Dicho así puede parecer que se trate de algo normal,
que alguien se ponga a leer la prensa diaria, para estar al corriente de las
últimas noticias, pero si añado que esta prensa que usuarios del correo y los
propios empleados daban lectura, era la misma que las editoriales y periódicos
llevaban a las oficinas para su envío a los suscriptores, la cosa cambia.
La circular dice textualmente que “…ha llegado a conocimiento de esta Dirección que en varias Administraciones
de Correos los empleados y dependientes de ellas cometen el abuso de leer los
periódicos de propia o de ajena suscrición (sic)…”. Además el Sr. Manresa
añade que se admiten particulares dentro de las oficinas para que “…oigan y comenten la lectura…”. Un
verdadero corrillo al más estilo bar de copas de la época. Solo les faltaba que
el Jefe de la Oficina abriese una botella de buen vino y sirviera los vasos.
Es lógico que desde la Dirección de Correos se tomase
cartas en el asunto, y por ello a través de la circular citada se diese
instrucciones de que quedaba prohibida totalmente la lectura de esos
periódicos, que en el mejor de los casos no procedían de suscripción alguna o
compra por parte de los lectores.
La picaresca española, siempre tan en boca de todos, no
tiene desperdicio ni ahora, ni lo tenía en el Siglo XIX.
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