Lo que la prensa nos contó… (V)
LA
QUEMA DE CARTAS
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
Era práctica habitual el que las cartas “sobrantes”,
aquellas que por una u otra razón, llegaban a las estafetas y carterías de
correos y no se les podía dar curso, fuesen almacenadas para en un momento
dado, quemarlas todas. Y uno no puede dejar de pensar, cuando lee estas
noticias, la de cantidad de material postal que los filatelistas del mundo
entero hemos perdido que hoy sería gozo de quienes lo coleccionan.
En esta ocasión la noticia aparece en el periódico
alcoyano El Serpis, de fecha 15 de
febrero de 1883, en un artículo titulado “Quema
de Cartas”, y donde se hace constancia del hecho de que en la fecha del 8
de febrero de ese mismo año, la Dirección General de Correos, procedió a “…quemar todas las cartas sobrantes en todas
las administraciones de correos pertenecientes al año económico 1881-1882…”.
La friolera de un total de 377.928, entre cartas, tarjetas postales y otra
clase de documento.
Uno no se pone a llorar porque ya tiene cierta edad,
pero no me diréis que esa quema a lo más estilo fogata de San Juan, no es como
mucho un gran sacrilegio postal. Las cifras deslumbran por si solas. De las
cifras presentadas, destacan los 172.111 Certificados, habitual en este tipo de
correspondencia, al servir el sobre o pliego que se entregaba como resguardo
que una vez firmado, se quedaba el cartero como comprobante de la entrega.
La importancia de estos menesteres postales lo
comprobamos al indicar la noticia que las 128 sacas con todo este material, a
bordo de 4 carros, fueron llevadas hasta las afueras de Madrid, en el conocido
como Mercado de Caballerías por la Puerta de Toledo, y en todo momento “…custodiados por fuerzas del orden público…”.
A esta comitiva les acompañaba, como testigos de los hechos, un Inspector de
Correos, el Jefe del Archivo de Correos, así como 2 empleados del ente postal,
y para avivar el fuego y que no quedase papel sin quemar, varias Ordenanzas.
El objetivo de todo este proceder con tanto protocolo,
no era otro que preservar la inviolabilidad de la correspondencia, incluso cuando
esta era declarada como sobrante o fuese a ser pasto de las llamas. Con ello se
evitaba que algún curioso pudiera tener la tentación de quedarse con alguno de
aquellos documentos postales. Si me hubieran preguntado a mí, yo los hubiera
salvado de la quema, como si de un “Ninot Indultat” se tratasen.
De entre el material que fue pasto de las llamas,
destacan 257 cartas sencillas que no llevaban ninguna dirección manuscrita, a pesar
de que 36 de ellas si llevaban los sellos correspondientes adheridos; cerca de
2000, solo llevaban o bien el nombre únicamente del destinatario sin más señas,
y otras simplemente la ciudad o punto de destino.
De las cartas devueltas del extranjero, la mayoría de
ellas lo fueron por una mala ortografía, o por llevar la dirección mal escrita
o inteligible, y su procedencia era de Levante para Argelia ó Galicia para
América del Sur.
Es curioso como la noticia acaba indicando el redactor
de la misma que tras más de 6 horas ardiendo aquel montón de documentos, mas de
375.000 en 128 sacas, y cuando ya todo era una montón de cenizas, “…mujeres, niños y hasta hombres, se
arrojaron sobre las cenizas aún calientes, con la esperanza de encontrar en
ellas algún objeto de valor ó dinero, y no faltó quién halló medallas y monedas
de oro y plata…”.
Al menos, ya que los filatelistas perdimos en aquella
hoguera mucho material coleccionable, alguien saco una perrillas que le saco de
algún apuro.
Ahora cuando tengamos una carta antigua en las manos,
pensemos que seguramente se salvó de una quema segura.
Sí una pena.
ResponderEliminarEn esto Correos, no hacía más que seguir los procedimientos marcadas por las Ordenanzas