Apuntes
Filatélicos
POR
AQUELLOS PRIMITIVOS CAMINOS
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
Existe un Patrimonio, en la mayoría de las veces casi
olvidado, que forma parte de la historia, no solamente la del correo, sino la
de todos nosotros, patrimonio que ha servido durante siglos para el trasiego de
personas y esa interrelación que necesitamos los humanos para evolucionar. Un
Patrimonio en forma de “caminos”, “sendas” y “viales”, que con el paso del
tiempo han ido entrando en esa fase de desuso, para terminar en el mayor de los
olvidos.
Algunos desaparecidos ya, y otros a punto de hacerlo, forman un conjunto histórico que su estudio nos puede ayudar a comprender mucho mejor ese pasado histórico que tenemos. A veces se habla mucho más de los que por ellos caminaron, troteros, peones, correos, mensajeros, etc., que del propio camino por el que anduvieron, y lo hicieron tanto a pie como en caballería o carruaje, según la época y los medios de que se disponía.
Hoy, es muy fácil llegar de un punto a otro incluso
siendo la primera vez que lo recorremos. Cualquier sistema de GPS nos va a
indicar el mejor o más rápido trayecto que necesitemos recorrer. Pero no debió
ser tan fácil antaño, cuando muchas de estos caminos, solo eran conocidos por
los lugareños, y no por el viajero que por primera vez los pisaba. Y los mapas
de la época eran escasos y no estaban a disposición de todo el mundo.
En ocasiones se disponía de una especie de
publicaciones conocidas como “Repertorios”,
que eran algo así como la recopilación escrita de itinerarios de unos lugares a
otros, donde se indicaba las poblaciones por las que se pasaba y la distancia
entre ellas, así como las ventas, puentes y otros detalles que el viajero del
momento podía encontrarse y que le serviría para posicionarse como si de un GPS
(de la época) se tratase. Estos caminos también lo fueron para el deambular de
los correos, fuese la época que fuese.
Los Repertorios
aparecen en España en el Siglo XVI, aunque como antecedentes a estos,
encontramos algunos que han llegado a nuestros días y que la historiografía
menciona, como el Itinerario Antonino que
se le atribuye a Antonio Augusto Caracalla (Siglo III D. C.), o los Vasos Apolinares, que indicaba las
calzadas en época romana y la distancia entre puntos de su trazado.
Suele decirse que a finales del Siglo XV es cuando en
España se empieza a viajar, entre otras razones por haberse establecido una
serie de normas que hacían más seguro el recorrer los caminos existentes. Los
Reyes Católicos establecen en 1487 en el Reino de Aragón, la conocida como “Santa Hermandad”, especie de policía
armada que vigilaba y daba seguridad a los usuarios de aquellos caminos de
antaño.
De aquellos primitivos Repertorios, podemos destacar el
que realizó el Correo Mayor D. Pedro
Villuga Valenciano en 1546 (previamente había realizado en 1543 un mapa de
todos los caminos conocidos de España), en el que detalla 139 itinerarios,
entre los que estaba el que describe como “Camino
llano de la Marina”, el cual saliendo de Valencia en dirección a Alicante,
recorría toda la comarca, pasando por las poblaciones de Catarroja, Silla,
Solana, Sueca, Cullera, Gandía, Oliva, Dénia, Xábia (Xabea), Teulada, Benissa
(Benisa), Calpe, y sucesivamente hasta llegar a la ciudad de Alicante. Este
itinerario, sin más detalles, tenía un total de 30 leguas, y era el que
utilizaba el correo de la época para el traslado de la correspondencia.
Villuga, con la publicación de esta colosal obra, y su
anterior mapa, quiso dar un servicio, no solamente a los Correos de la época,
sino también a quienes en el Siglo XVI se aventuraban a viajar por España, por
unos caminos que en muchas ocasiones serían intransitables y con las
dificultades típicas de la época, y lo hizo con los datos que recopilaría de su
propia experiencia como Correo Mayor, viajando por toda España y tomando las
anotaciones pertinentes, como bien apuntaría en el prólogo de esta obra.
Son pues caminos, de los que se debería saber más, e
incluso aquellos tramos que siguen en pie o se pueden identificar, preservarlos
para que futuras generaciones sepan cómo se viajaba en España en plena Edad
Media y siglos posteriores.
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