Apuntes Filatélicos
AQUELLOS
PEATONES-CARTEROS
Por José Ivars Ivars
Académico de la RAHFeHP
©Ifac Filatélico
En realidad su denominación oficial tal y como aparecen nombrados en
todos y cada uno de los oficios, decretos y circulares que durante años Correos
fue publicando, es el de “peatones-conductores”, y en
ocasiones se les pone la indicación de “peatones conductores de la
correspondencia”. De ellos hemos hablado en numerosas ocasiones en esta misma
sección, y hemos ido conociendo poco a poco, incluso con nombres y apellidos,
quienes desempeñaron ese importantísimo papel del transporte de la
correspondencia en la comarca de la Marina Alta, durante el siglo XIX y
principios del XX.
Llevar o distribuir la correspondencia de la época dentro de las
poblaciones importantes, fue una tarea que requería ciertos conocimientos sin
los cuales no se accedía a la plaza de cartero, pero el cargo o puesto de
peatón-conductor, requería además de valor y sacrificio al tratarse en muchas
ocasiones de gente que llevaría la correspondencia por el interior de aquella
comarca del Siglo XIX, que nada tiene que ver con la que hoy conocemos, con
caminos polvorientos, solitarios y peligrosos, y que quienes los transitaban
debían conocer para recorrerlos en el menor tiempo posible.
Y generalmente, como bien indica su nombre, cumplían con su cometido
de carteros rurales, haciendo el recorrido a pie. Pocas veces se contemplaba
que fuese a lomos de caballería, cuando ese “plus” no iba a ser compensado en
el salario recibido, lo que hace de estos carteros, gente dura y curtida en su
quehacer.
Documento que refleja el pago a Gabriel Blanquer en 1837, por parte del Ayuntamiento de Calp, por la conducción de la correspondencia entre Calp y Dénia. Archivo Andrés Ortolá.
Para conocer un poco mejor a estos carteros, nos fijaremos en la
Real Orden del 26 de junio de 1861, que firmaría el Ministro de Guerra, D. José
Posada Herrera, siendo Director General de Correos D. Mauricio López Roberts, en
forma de Instrucción para los peatones-conductores de la correspondencia pública,
que ya de entrada describe a quienes ejercían el cargo como “…de
conducta intachable…”, dado que por ello se le confía el secreto de la
correspondencia que transportan. Además ha de ser puntual en todo momento y
serio a la hora de realizar su trabajo.
Su cometido consistía en recibir la cartera cerrada con la
correspondencia que debía entregar a domicilio en las poblaciones que hubiera
en el trayecto o conducción correspondiente, por lo que recibiría su
correspondiente sueldo y además una gratificación que se le entregaba en el
domicilio al que dejaba la carta o misiva. Esta gratificación varió a lo largo
de los años, y por ejemplo en 1861 era de ¼ -o cuartillo- por cada carta,
precio que abonada quien recibiera la carta independientemente de que esta ya estuviese
franqueada. Hay que recordar que si bien en España el franqueo previo de la
correspondencia empezaría en 1850, no fue obligatorio en todo tipo de correspondencia hasta 1856.
Si en su recorrido, pasaba por alguna población con “Cartería
Oficial”, era misión del cartero encargado de la misma, el recibir la
correspondencia que llevase el peatón-conductor, y entregarla a domicilio, o
hacer la correspondiente lista para que los convecinos supieran que tenían
carta. Y siempre el recorrido que hacían era de ida y vuelta, pasando por los
mismos puntos y poblaciones; un recorrido completo que suponía muchos
kilómetros al cabo del día, por lo que se solía siempre empezar muy temprano,
incluso con el sol todavía por salir.
Estos intrépidos carteros rurales, para acceder al cargo debían
saber en todo momento leer y escribir, condición que ya era de obligatorio
cumplimiento en 1839, pero que no siempre se cumplían dándose casos en los que
quienes iban a ocupar algunas de las conducciones postales, no se presentaban a
su puesto tal vez porque ni sabían leer ni sabían escribir.
Otra de las prohibiciones que tenían era la de transportar cualquier
tipo de correspondencia fuera de valija, salvo la excepción de aquellas cartas
que recogían en descampados o caseríos -casas de campo, etc.-, siempre que
estas cartas llevasen los correspondientes sellos postales acordes a la tarifa.
Pero como todo en la vida, de estos casos de incumplimiento de la norma, hay
muchos ejemplos de cartas circuladas fuera de valija.
Detalle de sendos anuncios publicados en El Liberal (Alicante) haciendo referencia
a los peatones-conductores que sirvieron por tierras de la comarca.
Pero no todo iba a ser desventajas para estos servidores postales.
La instrucción citada de junio de 1861, deja claro que “…el peatón conductor de la correspondencia es un empleado público a
quién se guardarán en los actos del
servicio las exenciones que las leyes conceden, pudiendo reclamar de las
Autoridades el auxilio que necesitasen para el buen desempeño de su cargo…”.
Es decir que por ejemplo si no habían cumplido el servicio militar, estaban
exentos de ello, y cualquier autoridad debía corren en su auxilio si así lo
precisase.
Aun así, este cargo de servidor postal no debió de ser muy goloso
para los que lo pretendieron ejercer. Tenemos datos más que suficientes de
personas que en la comarca ejercieron como tales durante un corto periodo de
tiempo. Este hecho se repetiría durante todo el Siglo XIX, donde por ejemplo
Antonio Camacho Perelló fue sustituido por Manuel González, en 1811, como
peatón de la conducción de Ondara a Mirarrosa, pasando por Miraflor y Sella.
En 1887 la conducción de la correspondencia de Dénia a Lliber por
Pedreguer, la Llosa de Camacho, Alcalalí y Jalón, la ocupaba el
peatón-conductor Pedro Femenia Sanchis, nombrado en el mes de enero, y en
octubre de ese mismo año ya la ocupaba Juan Bautista Ferra Gadea, que tan solo
estaría en el cargo un mes y medio escaso; causaría baja de la misma el 25 de
noviembre de 1877.
Son muchos los datos que nos darían una visión algo más amplia de
cómo fue la tarea que estos intrépidos carteros llevaron a cabo, y
especialmente quienes fueron estos personajes de la historia postal de la
comarca, que formando parte de la historia, esta se les ha arrebatado, casi
llegando al completo olvido de que un día el correo por el interior de nuestra
comarca, se transportó a pie, por intransitables caminos que hoy casi ni existen.
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