15 mayo 2021

EL SELLO MÁS CARO DEL MUNDO DE NUEVO SE SUBASTA

 

Apuntes Filatélicos (Publicado en el Semanario Canfali Marina Alta 15.05.2021)

EL MAGENTA A SUBASTA

Por José Ivars Ivars / Divulgador e Investigador Filatélico

 

El Magenta puede ser un color, de hecho lo es, pero también es como se le conoce al más célebre de los sellos, casi más que el primer sello del mundo, o al menos por otras razones. Emitido en la Guayana Británica en 1856, tan solo ha sobrevivido 1 ejemplar de los pocos que se hicieron, hecho que lo hace único en su especie.

El mundo de la filatelia es un mundo curioso, admirado por unos e incomprendido por otros. Y la historia de este sello es una mezcla de ambas cosas. Cuando lo contemplas no le encuentras razón alguna para que sea tan codiciado. De entrada es feo, nada vistoso, más bien parecido a un trozo de papel que en su día se ensució sin más, pero en definitiva un trozo de papel por el que están dispuestos a pagar una fortuna.

Sello de la Guayana Británica conocido
como "El Magenta" (1856)
Único ejemplar conocido

Y a lo largo de la historia este icono de la filatelia mundial ha pasado por muchas manos. Unas fueron manos de filatelistas, coleccionistas que apreciaron la historia que el sello envuelve. Otras, la mayoría, simples inversionistas que sin ser filatelistas, ven en este trozo de papel con forma muy peculiar, un negocio y además muy rentable.

Presentación del ejemplar en alguna de sus muchas ocasiones en las que se ha subastado


Cabe que de los pocos filatelistas que lo poseyeron, uno de ellos fuese su descubridor, Vernon Vaughan, el niño escocés de 12 años, residente en la por entonces colonia británica de la Guayana, quien lo encontró entre un montón de papeles viejos de su familia, y lo añadió a su colección de sellos. Pero nunca pudo imaginar que aquel sello que vendió en 1873 por unos pocos chelines, con el tiempo multiplicaría por varios millones lo que le dieron por él. Y simplemente lo vendió porque el sello no aparecía en el catálogo de sellos que le servía al joven filatelista como libro de consulta.

Barón Philippe Von Ferrary
Coleccionista de sellos
 propietario del
Magenta de la Guayana 

Y a partir de entonces la historia ó leyenda del sello hizo de él, la más pequeña y más cara obra de arte del mundo. Tras llegar a Inglaterra al poco de ser vendido en 1873, lo adquiere uno de los más destacados filatelistas de la época, el Barón Philippe von Ferrary, coleccionista que logró conseguir y atesorar una de las mayores colecciones de sellos, la mayoría sellos raros y únicos, que se recuerda. ¡Pagó por él 750 dólares!

A su muerte, legó su colección al Museo Postal de Berlín, pero tras la I Guerra Mundial el gobierno francés decide incautar la tan valiosa colección como botín de guerra. Y entre todos esos sellos que se iban a subastar, se encontraba nuestro protagonista de hoy. Y comienza así un periplo interminable, de mano en mano, de colección en colección, de subasta en subasta cosechando record tras record, para ser hoy la pieza filatélica más codiciada del mundo.

Incluso en 1922, en las muchas subastas que se hicieron para vender la “Colección Ferrari”, nuestro Rey Alfonso XIII, conocido apasionado por la Filatelia, pujó por el sello sin que se le fuese adjudicado. Ganó la puja otro brillante filatelista de la talla del Barón, el estadounidense Arthur Hind, quién lo compró por 36.000 dólares.

Catálogo de la Subasta de la 
Colección "Hind" quién también 
tuvo entre sus piezas más valiosas
al Sello "Magenta"

El próximo 8 de junio, de nuevo la empresa de subastas Sotheby´s lo subastará, a la espera de que vuelva a alcanzar un nuevo record de cotización. ¿Por cuánto esperan venderlo? Entre 10 y 15 millones de dólares. Y seguramente, si se logra vender, nunca sabremos quién fue el caprichoso coleccionista (ó no) que lo va a custodiar. De hecho, anónimo fue el inversor que en 2014 pagó por El Magenta, la nada despreciable cifra de 14 millones de dólares. Con razón en el mundo de las subastas se le conoce a este sello como “La Mona Lisa de la Filatelia”.

Uno se pregunta si todo esto es realmente “Filatelia”. En realidad no como la conocemos la inmensa mayoría, pero una cosa es evidente. Cada vez que el sello sale a subasta, y lo suele hacer últimamente con mucha frecuencia, los rotativos de todo el mundo hablan de sellos, y eso ya es algo. El sello tiene razones y motivos para ser argumento de más de una novela, o incluso serie televisiva. Desde el cómo y porque aparece el sello, fruto de la necesidad que tuvieron las colonias británicas para gestionar su correo sin esperar a que les llegasen los sellos que usar en su correspondencia procedentes de la City, pasando por su descubrimiento, el formar parte de un botín de guerra, e incluso los posteriores propietarios muchos de los cuales no solo fueron personas anónimas, sino que fue tal la discreción con la que llevaron el ser poseedores de la más preciada joya de la filatelia  mundial, que ni sus familias supieron en ningún momento que lo tuvieron en propiedad. ¡Un simple trozo de papel que vale un dineral!

En todo momento la manipulación de este raro
sello requiere de un cuidado extremo

El sello desde hace mucho tiempo, se presenta o se exhibe dentro de una pequeña caja de seguridad transparente. Dicen quienes lo han podido contemplar de cerca o incluso manipular, siempre provistos de guantes, que cada uno de sus anteriores propietarios, o al menos algunos, dejaron en su reverso una pequeña marca, vista solo bajo la lupa, como señal de que un día les perteneció. Su última marca en el reverso corresponde a su actual propietario, el magnate de la industria del calzado, Stuart Weitzman, conocido por calzar a las celebridades americanas, siendo esta particular impronta sobre el reverso del sello, un diminuto tacón de aguja.

Cada una de las veces que este sello se ha vendido en subasta, ha alcanzado un nuevo record de venta. Seguramente el próximo día 8 de junio lo vuelva a conseguir. Mientras, quienes nunca podremos ni tan siquiera soñar con verlo, nos quedamos con la idea de que la filatelia es ese mundo curioso, que admiramos por encima de las cifras.

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