Lo que la prensa nos contó… (XIV)
SOLICITUD DE
SELLOS…A QUIÉN SEA
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
Una de las premisas, como buen Monitor de Filatelia
Juvenil que es uno, que aconsejamos siempre a todo joven que se inicie en el
coleccionismo postal, es la de que hay que pedir sellos donde sea. Sueltos,
nuevos o matasellados, en carta o en fragmento, por unidades o por
kilogramos…da igual las condiciones que se expongan; lo importante siempre es
conseguir sellos de que nutrir la colección. Pero lógicamente, cada vez
circulan menos cartas con sellos, y eso hace que el joven que se aventure en el
filatelismo, no tenga las mismas facilidades que había antes para conseguir
sellos de correos.
Y lo que Maximiliano hizo para ampliar su colección de
Rusia, no fue otra cosa que aplicar aquel dicho que dice que Si Mahoma no va a la Meca, que sea la Meca
la que se acerque a Mahoma. Es decir, si no conseguía sellos de Rusia allí
donde residiese, la mejor solución sería buscarlos en Rusia. ¿Cómo? Pues ni
corto ni perezoso, el chaval escribió al mismísimo Zar de Rusia indicándole que
precisaba de un surtido de usados de Rusia, y para ello además vitoreo a toda
la familia imperial, por aquello de que mejor ser cortes que maleducado.
Remitida la misiva, tocada esperar, y aunque la
desesperación se adueño del joven filatelista, la respuesta llegó en forma
de carta que decía lo siguiente: “…S. M.
el emperador se ha dignado atender la súplica que le habéis dirigido, y la
embajada de Rusia se apresura a remitiros adjunta una colección de sellos rusos
de correos…”.
Podría parecer que este es un hecho aislado, pero
parece que fue práctica habitual, o al menos así dejó constancia la prensa de
la época. Otro recorte de prensa (del que no puedo aportar datos y fecha), en
la misma línea que el anterior, nos cuenta la historia de un chaval berlinés,
que se especializó en sellos chinos, y para aumentar su colección, no se le
ocurrió otra cosa que escribir al todo poderoso Emperador de la China,
solicitando en la carta un ejemplar de cada sello de los que la lejana china
había puesto en circulación. ¡Tampoco se quedo corto en osadía este filatelista
alemán!
Al igual que le sucedería al coleccionista francés, el berlinés recibió respuesta a través de la embajada china en Alemania. Dos historias análogas que si no fuese por la diferencia de escenarios, uno podría pensar que son el mismo relato en 2 épocas distintas.
Lo que es evidente, como
bien dice el refranero español que “…quién no llora…no mama…”.
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