Lo que la prensa nos contó… (XI)
TODO POR UN SELLO
Por José Ivars Ivars
Divulgador e Investigador Filatélico
©Ifac Filatélico
¿Qué estarías dispuesto a hacer por conseguir ese sello
que tanto ansías tener? No sé si te has hecho esta preguntar alguna vez. La
historia nos desvela en ocasiones que todo vale por conseguir ese sello
deseado, y si el sello es de los raros e inalcanzable, el deseo de tenerlo
puede que te lleve a hacer cosas inimaginables. Cierto periódico murciano, El Diario de Murcia (27.05.1891), lleva
en su interior (pág. 3) un artículo titulado “Sellomanía”, que nos viene a
demostrar que eso de coleccionar sellos, también tiene su parte romántica.
De entrada ya el titular viene a reflejar que ciertos
individuos a finales del Siglo XIX, se seguían sorprendiendo de la figura del
filatelista como algo normal. Añadir la terminación “manía” al sello, fue
habitual de ciertos círculos que no llegaban a entender como un pedazo de papel
que se usaba para el franqueo de la correspondencia, podía tener vida propia y
muy interesante, una vez servido para su fin. El inicio del artículo, que nos
llevará a lo que realmente nos trae hoy a esta sección, insiste en que esto del
coleccionismo de sellos, ni tiene futuro, ni es cosa seria. Describe el
filatelismo como algo en decadencia (tal vez lo dice cuando más en auge estuvo
la filatelia en toda Europa), que solo frecuenta círculos infantiles y ya no
tanto grupos de “…gente seria…”. Ante
eso mejor no opinar, porque no vamos a sermonear al inculto periodista.
Pero la historia que nos cuenta, es la que realmente
nos interesa hoy. ¿Qué harías por conseguir tener un sello valioso? ¿Todo? ¿O
casi todo? Pues al parecer en esa época, cierto coleccionista que habitaba en la
filatélica Isla de Mauricio (lo de adjetivar como filatélica a esta isla es por
su famoso sello), decidió un buen día insertar un, cuanto menos curioso,
anuncio en la prensa, y nada más y nada menos que buscaba esposa. Pero no le
valía cualquier mujer de la isla o de cualquier parte del mundo. Los requisitos
se las traía.
El anuncio decía así: “…Un coleccionista de sellos,
dueño de una colección de 12.544 idem, desearía contraer matrimonio con una
señora que fuera también coleccionista ferviente y que poseyera el sello azul
de un peny de la Isla de Mauricio del año 1814…”. ¿Estamos ante un caso
de romanticismo filatélico, o más bien un matrimonio de conveniencia?
La verdad sea dicha. Las exigencias del casamentero
filatélico, no son del nada descabelladas si pensamos que se trata de uno de
los errores más importantes que ha dado la filatelia mundial, porque aunque no
lo indique, ese sello que pide a cambio de ser marido de alguien, es el error “Post
Office” en color azul de la Isla de Mauricio, que hoy en carta rondaría los
cerca de 3 millones de euros.
Lo que llama la atención del anuncio es que, el futuro
novio solo revela la cantidad de sellos que tiene en cifras, que para el año en
que fue publicado el artículo, finales del Siglo XIX, muchos son, salvo que
incluyese incluso los repetidos que tuviese. Lo que no menciona, por si acaso,
es si entre los más de 12.000 que atesora, hay alguno que tenga el valor que
tenía el deseado “Post Office”.
El artículo prosigue en el mismo tono que empezó, con
cierta ironía o tal vez sorna, o incluso sarcasmo, fijando una conversación
imaginaria entre los esposos, que al tener como común afición la Filatelia, su
luna de miel sería una continua charla a cerca de sellos, y demás.
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